domingo, 28 de enero de 2007

Oda a José, imaginero (2004-2006)

I

El aire te obedece
Y viene a refugiarse en tus criaturas,
José, cuando enloquece
Tu mano y ya procuras
Prender la luz en cárceles seguras.

Prisiones que del sueño
Tejen un enrejado delicado;
Pues labras en el leño
Humilde y trabajado
Tu pensamiento a golpes dibujado.

Esclavos de tu hechizo,
Los árboles talados te reviven:
El olivo cobrizo,
El haya no reciben
Más gloria que la que de ti conciben.

Derrama desde el cielo
La luz sus manos puras a porfía
Y queda, sin recelo,
Olvidada del día,
Dormida entre la dulce celosía.

Con el alma cautiva,
Contemplo la harmonía embebecido:
En la madera, viva,
El aire, detenido,
Y la durmiente luz han hecho nido.


II

Por tu mano doliente
Encuentra aún el aire en la madera
Una quietud ardiente,
Donde callado espera
La luz de una fingida primavera.

Cuando aguija tu gubia
Con denuedo el ijar de cada pieza,
La alborotada lluvia
De golpes despereza
Y lanza a galopar a la belleza.

Vencida sobre el tronco,
Tu alma lo cabalga y lo estiliza;
Y, sobre el ruido bronco
Del árbol que se triza,
Atrapa una presencia escurridiza.

Alfarero del viento,
Dejas el corazón siempre prendido
Con infinito tiento;
Y late, embravecido,
Centauro prisionero y retenido.



III

Sabes que el sueño brota
Del venero escondido de tu mente
Y que la astilla rota
Brinca y presiente
La forma que desnuda de repente.

De la quietud maciza
Un laberinto surge en filamento,
Un planeta que iza,
Estandarte del viento,
Su orgullo encaramado al firmamento.

Y aprisionas estrellas,
Relámpagos, satélites; insistes
En las mujeres bellas,
Amorosas y tristes,
Y de abrazo y regreso las revistes.

El tiempo se adormece
Y adivina tu mano ya cansada.
Y tu pasión se mece,
Tu música callada,
El lago de tu alma enamorada.


IV

La madera torturas
A los golpes de gubias legionarias.
Su desnudez procuras:
Y tus manos sicarias
Vierten sangre de astillas pasionarias.

El tormento da traza
A la Forma que nace en la agonía.
Y la brutal mordaza,
Si Gólgota la cría,
Custodia la enaltece en la porfía.

El barniz enbalsama
Con piedad la quietud adormecida.
Solícito la adama,
La amortaja vencida,
Y la vuelve en tres días a la vida.

De tus manos el Viento,
Y la Luz, y mis ojos, fervorosos,
Comulgamos. Y siento
Resucitar, gozosos,
Los misterios del alma dolorosos.


A la manera de Miguel Hernández (1984)

Parecías un ángel
de vuelo negro,
con los ojos cerrados,
lejano el viento.

Y ahora la luna,
con su nana de plata,
lenta te acuna.

En tu cara de rosa
tus dos claveles
al reír me enseñaban
perlas lucientes.


Se están besando.
Avaros me recatan
blancor preciado.

La brisa entre tu pelo
daba sollozos,
de impaciencia
al principio,
luego, de gozo:

Guardián injusto,
el cristal la detiene
con gesto adusto.

A tus plantas las olas,
rumor salobre,
deshacían su orgullo
altivo y noble.

Lloran de pena
recordando entre lágrimas
su aún larga espera.

Se prolonga el instante
oscuro y frío.
Bajo el mar se lamenta
el sol sombrío.

Como yo, aguarda
que el sueño te abandone,
mas éste te ama.

De 1984

La pasión me enajena como un nido de muertes amarillas
Se disuelven los actos en la idea rosada idolátrica
En tanto que azucaradas Azucenas azules me cercan
Para no oír el rápido resbalar del tíempo oscurecido
La pesada consonancia de los reproches continuos
Perseguidores eternos del hombre dormido en su propia sangre
En un charco con muy alta tasa de alcoholemia inmarcesible
Con repugnancia adivinada en la soledad del ánimo tranquilo
Que descansa solitario en la tumba del sueño rosado
Mientras rozan el aire ululantes las cortinas negruzcas
Y llueven tremendas las desdichas amortajadas en ropas oscuras
Estéticamente atisbadas en la lejanía del dolor último
Restallante como ácido carbónico en el cerebro disuelto de olvido
Al todo emprendido entre capelos cardenalícios iluminados
Con miniaturas recogidas de incontables reminiscencias
Pesadamente caídas hacia un centro inviolable de ausencia
Como un fuego raspado del ronco raíl del tren marchante
Como ostras que ocultan hostias ardientes sin consumirse
Y un latigazo en el interior anochecido vibrante
Porque no estaba tu imagen siempre riyente
Siempre pensante por fuera de sí y hacia el viento
No me digas que existe la muerte que no he de creerte
Refutas la cadena pesada del argumento lascivo
Amaneciendo cual doble quebranto del odio a mí mismo
Mismando la angustia y el silencio marítimo
Con la rauda carrera del corzo vulnerado que despierta
El seso dormido y aviva el recuerdo juguetón y llorado
Cómo te lo he de decir para que entiendes cómo salpica
La vida de tu alma siempre quemante y evidente
Cómo sobrepasar la barrera del resquemor constante
Mas de plata viciada por la carnal presencia
No apartes de tu mente celeste el monte
Que al cielo llegar quiere con su cima ululante de cedros



CUATRO SONETOS DE LIBRE AMOR (1-3: 2004; 4:1984)

I

A ti, la más hermosa de las reinas
que desde lejos besas, tan lasciva;
con tus dedos me enciendes y despeinas,
la princesa frutal, la vil cautiva.

La usurpadora azul de mi recuerdo,
la más canalla de las santas puras,
pecadora que ríes, si te muerdo,
que te enciendes y exaltas, si me apuras:

No dejes de leer, vivir, vivirte,
no dejes de quererme y destrozarme,
no dejes de pecar, tan virtuosa;

Que te quise y te quiero por golosa,
por malvada, por fiel, por abrasarme.
Te querré y no querré... ni redimirte.

II


Si mis ojos lloraran con tus lágrimas,
si vertieran por ti tu propio llanto,
si manaran tu sal, llena de almíbar,
si llovieran el mar de tu quebranto;

Si tu dulce sonrisa se subiera
a la montaña de mi amargo exilio,
si trepara enredándose en mis dientes,
si en mis ojos volara tu delirio,

Qué pudiera decirte, qué negarte,
qué implorarte o pedirte, qué exigirte,
habitado por fin de tu hermosura.

No tendría más cárcel que tu olvido,
otro pan que tus ojos, otro ayuno
que no ver tu silencio amanecido.

III


Te rejonea el sol en la mirada
aguijones de cándida amargura,
por ver que tu perfecta galanura
alegría revuela almibarada.

Cual acerbo rival, la estrella airada,
que al ocaso se encela, te procura
con doliente rencor y envidia oscura
su venganza punzante iluminada.

Mas rinde al fin la clara y poderosa
fulgente lanza ante tus pies. Recelo
de infinita negrura deslucida,

si al punto no amaneces victoriosa
los ojos sobre el mar, el tiempo, el cielo:
tu luz contra la muerte anochecida.



IV



Me recuerdan tus ojos cuando el mar se adormece
coronado en la noche por dos negras gaviotas;
y tu rostro tranquilo, que al mirar se entristece,
una luz que temblando se muriera en las olas.

Me recuerda tu ocaso como un sueño de ausencia:
se diluyen tus labios y te puebla el silencio.
Cada vez más distante, más oscura, te alejas
y el cabello, olvidado, va besándote el viento.

Mas de pronto despiertas y en tu rostro amanece
una aurora infinita que traspasa las horas,
espantando esa ausencia, anunciando tu adviento:

como el mar se embravece, así mi alma la siento,
sin cuidarse de sí, aunque nocturna te añora,
prometiéndote amor, más, si cabe, en tu muerte.


Ángeles sin guarda -Irak, 2003

¡Dejadme llegar, dejadme,
entre el fuego de Bagdad,
dejad que me acerque ahora
hasta esa cuna mortal!

Pedacitos de metralla
coronan la frente y dan
a su angélica agonía
un estigma de maldad.

No bastan siquiera miles
de lágrimas que se van
destilando del gotero
hasta sus venas calar.

¡Tanta sal de asepsia fina
no le puede remediar!
No alcanza a quitar la pena
su silencioso final.

Con el vientre así desnudo
henchido de hambre y de mal,
me mira desde la hondura
del llanto y la soledad.

¡Quiero besar esos ojos
cuando los cierre, al dejar
que por la boca se escape
el alma que le dio Alá!

¡Quiero abrazar ese cuerpo
pequeñito y apretar
en mis manos extranjeras
cadáver de mazapán!

Que un sudario blanco arrulle
sus ojos de oscuridad;
que una diminuta fosa
le deje por fin soñar.

Mas desde el cielo las bombas
abriendo en el suelo están
infiernos de negra sangre
donde ángeles sepultar.

Ay, general, esas tumbas,
¿habrán después de alojar
entre huesos de juguete
cimientos de libertad?

ACADEMIA -a la manera de Cavafis (2003)

El decreto decía claramente:
"En el nombre de Dios, que rige el cielo,
la tierra y las estrellas" --era prolijo
en la presentación ceremoniosa--
"debe por fin así, en definitiva,
--seguía más abajo--
"clausurarse las puertas de ese infierno
que las almas sin cuento arroja al Hades"
--extraña gala--
"de una condenación eterna y sin remedio".
Fueron siglos de alegres madrugadas,
de paseos continuos y discursos
que el maestro iniciara desde el día
en que Sócrates despertóel alma adolescente.
Tiempos de especular, de deliciosamente
recostar la meditación bajo sagrado auspicio
del héroe Academo. Ahora, definitivamente,
un templo se iba alzar sobre los viejos muros,
para glorificar la Santa Sabiduría.
Algunos rollos podrán salvarse de la biblioteca:
cartas del maestro, viejos comentarios, acaso algún poema.
Y la Luz Santa del Sagrado Saber, de la Fe auténtica,
para siempre iluminará la vieja Atenas.

Romper versos pretenciosos (2003)

Cincelaste tus versos delicados
con la pericia minuciosa de un orfebre.
Brotaba así la inspiración, domada
con el freno sagaz de la medida.
Si nadie nunca tus desvelos
observará en papel multiplicados,
no puedes arredrarte: es el destino
del saber exclusivo, de tus logros.
Nunca más vibrarán tales palabras
en lo profundo de un espíritu selecto.
Morirán sin apenas haber roto
un vagido primero, un lloro vivo.
En la penumbra de tu estudio,
rasga el papel, acalla, en fin, sus ecos.
Qué importa si esas delicias silenciosas
en el polvo de un sueño se diluyen.

Para un alma en sombras (2005)

CASI UN SONETO

Me parte esta agonía la luz en dos mitades
que en el alma inundaba de claridad el día.
Me llena tu sonrisa la muerte de oquedades,
de angustiosos vacíos, de fin, de idolatría.

Cabalgo hasta la aurora de los relojes muertos,
al viento los cabellos, los ojos entornados;
recubro de silencios, de negras nubes, yertos,
los quejidos que bullen, que lloran saqueados.

Y si dentro del aire se mece el alba a oscuras,
por brotar, deseosa, por quebrarme este sueño,
lanzo tu perfección, esa roja saeta;

y enturbia el horizonte, y rompe la completa
hora de las plegarias letales, clavileño
de fuegos aventados y dulces aventuras.

Luminosa nieve sin nombre (2003)

Ya no alcanza tu nombre a asomarse a mis labios sedientos.
Y no brota de nuevo su luz entre cantos de sangre y de gloria.
Vela el viento cansado su danza de giros pausados;
las aguas no recuerdan zambullidas de cuenco impaciente.
Si pudiera tan solo con mis versos de sombra y de lluvia
acunar el silencio dormido en tus manos cubiertas de nieve.
Si tuviera mi angustia y mi canto la redoma secreta
del aceite que llora y destila tan áureos arroyos por verte,
por ungir de silentes reflejos la desnuda indomable caricia
que tu piel le destina a la aurora divina de rosáceos dedos.
Oh desnuda doncella, qué lasciva reposas lacrando
tus dos labios en broche difunto y oscuro y callado.
Una imagen que basta a adorarte y a clamar desde hondo,
a pedir redención de tus besos que mezclen dulce opio y locura.
Una luz que traspasa y desgarra corazones sin pálpito,
que no arrojan la roja riada por el cuerpo incendiado.
Ven a mí, desempiedra tu voz y tu aliento de fúlgido humo;
quema el aire que ablanda tu inmediata silueta y tersura.
Y bendita tú seas entre toda criatura por nacer o nacida,
por morir o caída a tus plantas puras de miel lujuriosa.
Nombre dieras al tiempo, nombre al viento que ronda y sucumbe
entre ayes y aullidos siniestros, lejanos, sin cubil, amor cierto.


Un soneto imperfecto, de cuartetos desparejos (2007)

No me dejes llorar si me despojo
de la creciente luz de tus dos lunas.
Dame consuelo y prende de reojo
el alma que traidoramente acunas.

No permitas que el aire se te enviude
de suspiros que llueven de mi boca:
A tus pechos desnudos loca acude
por besar, por morder, por morir loca.

Y mis manos te escalan, alfareras
de tu cuerpo de barro idolatrado,
y tornean tus curvas hechiceras.

Y asalto tu placer cuando incendiado
me rinde las sonrisas zalameras,
la patria que conquisto enamorado.