Van dejando las horas
una estela de signos poblados de ausencias
como espejos que acogen
mudos ecos que sueñan las voces borradas
y las sombras besadas de las bocas.
Que tu cuerpo me invade
con la doble canción de tus pechos de nieve
con el libre regalo
del suspiro de estrellas y del grito ardoroso
del placer invocado en sus deleites.
Y tu vida se llena
de los días cumplidos en jaez de sonrisas
de la luz liberada
por tus ojos que clavan herida que tiembla
inundando de viento almibarado.
Ya feliz es el tiempo
embriagado de ríos de risas y voces.
Y la sombra se viste
de regreso y de abrazo. Te miro brotando
hasta cielos, desnudos y eternos.