lunes, 29 de diciembre de 2008

Por qué la muerte

Por qué la muerte nos escupe
su negra espuma de silencio.
Por qué pasa sus manos agrias,
tacto oscuro,
por el espacio claro de tus ojos.
Por qué tiene ese imperio,
esa espera de sangre detenida.
Mírame, sin embargo,
mírame desde arriba, vorazmente,
que se despeñe tu mirada
hecha grito y caída
hasta mis ojos abismados.
Mírame, sin medida,
toca todo mi cuerpo ahora extendido, 
busca en mi boca, lentamente,
la soledad completa del deseo;
mantén de par en par tus ojos 
abiertos como heridas,
y pon nombre a todos los silencios,
los refugios oscuros de las manos,
las espumas,
las ausencias copiosas de la muerte,
las poternas secretas,
pon nombre a las criaturas
del edén neblinoso de los labios,
y qué despojos de vidas seducidas,
qué fúnebres delicias de los cuerpos,
qué postrera sazón de fruta esquiva,
qué cálices para éxtasis jugosos,
qué sepulcro de flores explotadas,
qué palabra, tu voz, llena de boca.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Tu vientre es la memoria

Tu vientre es la memoria
lisa y clara del agua.
El viento en tus caderas
aquieta blancas alas.
Qué cristal sin reflejo
tu sonrisa, qué lágrima
deja caer el Tiempo
por su barba de plata.

Hasta mi voz te llegas,
hasta mi voz pálida,
como bajel de seda
por caminos de agua.

No despiertes, doncella,
de este amor de crisálida,
que es de nube y penumbra,
que es de pluma y de nata.
Que es de sombra y caricia,
tú lo sabes, y callas
y dormida me tejes,
y en silencio me tramas.

Hasta mi voz te llegas,
hasta mi voz pálida,
como labor menuda
toda hilo de Ariadna.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

No he de dejar

Aunque tenga de amor solo el silencio, 
solo el instante lleno de promesa, 
como un fuego sin llama, una marea 
hambrienta de su orilla escurridiza, 
aunque de mi lado estés ausente, 
no he de dejar de amarte, de invadirte
por el paisaje oscuro del recuerdo, 
como un incendio vivo, una crecida 
de oleaje obediente a la mudable luna.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Del otro lado, sin voz y tibiamente

Desde otro lado, sin voz y tibiamente,
voy a decirte, amor, que no es posible,
que no hay olvido tan grande que devore
toda esta luz, esta materia tuya,
todo lo que en mis ojos dibujaste
con el perfil cuidadoso de tu cuerpo.
No puede ser posible, si en las manos
noto aún tu contacto, suave y vivo,
igual que ese calor en las mejillas
cuando nos atenazan, repentinos,
el miedo y el deseo al mismo tiempo.
Seguro que ahora mismo, lo presiento,
tú sientes al leer precisamente
ese rubor que trepa desde el pecho
y florece en el rostro de repente,
como una aurora de pudor que quema
y desliza en la palabra temblorosa
flujos de miel y fuego. Siento en la boca
la memoria vibrante de tu boca,
cada vez que despierto busco ausente
el volumen del sueño fugitivo 
en que de nuevo te abrazo y te deseo. 
Es en la boca, sí, donde te encuentro,
donde revive el sabor y el tiempo mismo
parece que me derrama oscuramente
tu aliento y tu deseo incontrolable
noche tras noche por los labios.
Y así persistes siempre en lo que pienso,
en las palabras que escribo, en las que digo.
No es posible que deje de decirte,
escribirte, pensarte. Bien lo sabes.

martes, 2 de diciembre de 2008

Tu boca

Una densa prisión de aurora y bruma,
un puñal de silencios afilados,
una alcoba de alientos y de espuma,
un humedal de vuelos empapados,

un lento ocaso hecho de pluma,
una niebla de espejos desbocados,
una gacela en celo de su puma
transida y vulnerada por los prados:

daga, celda frutal, garza, paisaje,
todo mora en tu boca embravecida,
poniente, nube, albor, dulce brebaje.

¡Y por cobrar al fin tan alta herida
usé de lazo el beso, su oleaje,
dejando encarcelada allí la vida!

domingo, 30 de noviembre de 2008

Nadie me puede oír

Nadie me puede oír. Subo hasta el viento
con la imperiosa luz de los cristales
bañados por el día enardecido.
Si dispongo de tiempo y de latido,
te volveré a vestir de amaneceres,
de sobriedad de amor que se desmiga
en gemidos y en besos. Si te encuentro
bajo la capa larga de los viajes,
pondré en tus labios todas las heridas
dibujadas de voz imaginaria.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Prisión para tu nombre y tu mirada

Algunas veces, sabes, me propongo
combar tu nombre 
como un mimbre
y que rinda en la voz aprisionado
su brillo tenso y su flexible luz;
y encierro, imaginando, otras,
los resplandores y la brisa
que extiendes, como alas, al mirarme,
dentro de mis palabras, oscuras 
y murmuradas carceleras.

Me da después por condenarlos, reos
de la perpetuidad cautiva
en la escritura,
no sin que oficien luego, sin embargo,
tus vengativos labios de verdugos
que desgranan leyendo ¡qué tortura
de eslabones de fuego derramado!



domingo, 16 de noviembre de 2008

Tu ausencia

¿Sabes que por los labios es tu ausencia
laguna de silencio y de reflejo,
que me sabes a espada y a hondo espejo,
a sequedad de luz y de presencia?

¿Notas que ronda a veces mi querencia
por tus alrededores y que dejo
una zumbido de noche y un cortejo
de aguijones, de vuelo y de apetencia?

¡Qué negra sed de ti pone en mi boca
este enjambre de mieles abatidas,
este oscuro sabor de recordarte!

Y me brota el deseo y me convoca
¡qué dulzura de abejas malheridas,
primavera, memoria de besarte!




miércoles, 12 de noviembre de 2008

Yo conocí en tus ojos

Yo conocí en tus ojos
la exactitud glacial del fuego
prisionero
de lágrimas tejidas
en una red de negras amapolas.

Me mirabas, dibujando
vuelo en el viento y escribías
en la humedad borrosa de mi alma.
Allí se adormecieron
la luz calladamente,
la sombra recostada
en tu febril caligrafía.

Ahora corona su desvelo
esta copa en aliento y en deseo
de tus labios,
de su fruto, su bosque, su oleaje.
Embriágate de ella, 
de miel, de vino, hechizos
en oscuros panales preservados.

¡Si solo te devuelvo
líquida la pureza de tu llama,
recobradas
las alas, libres, de tu voz y de tu nombre!

Regresan a tu boca
alegremente,
como aves a la primavera rebrotada.


domingo, 9 de noviembre de 2008

Podrás decirme no

Podrás decirme no todas las veces
que te busque detrás de los silencios,
de imágenes
rotas, como estatuas.
Podrás decirme no, callando simplemente,
dejando que a tus pies sean un roce
de sal y espuma muerta estas palabras
en el final tendidas de los versos,
--doncella y sueño, soledad y herida--.
Podrás decirme no, será limpia la espera,
como una espada,
o una tarde vacía,
afilada de luz en el crepúsculo.
Y llegará la noche y envolviendo
todo el tiempo, y el mar, en sombra oscura,
podrá decirme no, no queda nada,
solo silencio ya,
descanso simplemente,
memoria derrotada en la escritura,
olvido que se hunde para siempre.


jueves, 6 de noviembre de 2008

Basta sin más que lo desees

Basta, sin más, que lo desees, 
que tus alrededores borres, 
e imagines 
que en tus labios recoges, 
como pájaro herido, 
estas palabras incapaces 
de desplegar las alas, si no sienten 
el aliento que exhalas, la caricia 
de tu boca. Después ya sí,  ya poblarán el viento,
 y encontrarán sin duda 
las invisibles sendas para el vuelo 
desde el cálido nido de tu voz. 
Y posarán su eco 
en los huertos de bocas desveladas 
tan repentinamente 
por el reflejo oscuro de tus ojos, 
el contacto evocado de tus besos, 
la vigilia de luz de tu sonrisa. 
No cesará ya nunca 
su migración eterna y agitada, 
la siembra enamorada del recuerdo, 
para que en torno a ti 
haya por siempre alrededores 
imborrables y bocas que acaricien 
el vuelo inmarcesible de tu boca. 



domingo, 2 de noviembre de 2008

Toda la inmensidad

Toda la inmensidad, todo el espacio
parece que se cobijen en tus párpados
cuando cierras los ojos dulcemente
y anocheces de amor y sueño. Llenas

de sabor y de espejo los recuerdos,
y parece que despoblada me requieras,
y no dejas que vuelen las palabras
por la brisa que nace de tu boca.

Dame solo un momento, ven despacio
de este lado del tiempo y del silencio,
a la orilla escondida y la vigilia,
a la llama incesante de decirte.

Ya volverás después hasta la fuente
de rumores letárgicos y oscuros,
con la memoria ardiente de mis ojos,
con los versos prendidos de tus labios.




martes, 28 de octubre de 2008

De memoria conozco

De memoria conozco cada instante,
cada espacio,
cada sencillo gesto con que abres
los labios si te tiento,
si te conduzco
hasta la exactitud de tu sonrisa.

Sé dibujar tus ojos en mi mente
llenándose de luz, de imagen tensa,
fijos en mí
como en su centro.

Puedo seguir las huellas del recuerdo
hasta el premio escondido, la marea
abundante de espuma
de besarnos. Puedo escribir 'tu boca'
y sin pensarlo,
pasa prácticamente de inmediato,
hasta mis labios sube la palabra
y me inunda de voz callada, estalla
como tu nombre el tiempo y me devuelve
el enredo empapado, la delicia
de tu boca.

De memoria te sigo y te requiero
entre versos y sombras.
No hay otra espera. Otro deseo,
sonrisa o beso que no prenda
su viaje silencioso por tu cuerpo.

martes, 21 de octubre de 2008

Sin reflejo

En todo el tiempo, amor, que nos tuvimos
prisioneros de espera y de palabras
--tantas veces furtivas, otras liberadas
como palomas ágiles--
no recuerdo, es curioso, que un espejo
recogiera la imagen
de tu mano en la mía, las miradas
cruzándose sonrientes
al otro lado del cristal, testigo ausente;
que anotara en silencio
desde una tienda
el dibujo brotado en las aceras
de los cuerpos al beso ya entregados,
--enredaderas súbitas los brazos, oscura
habitación del alma en sueño
la flexible extensión húmeda y grácil
de las bocas. Ahora las calles
de nuestro amor transito ávidamente,
interrogando, 
y es desvarío extraño,
los cristales, las lunas, los espejos,
si tal vez detrás de esa niebla que cubre
densamente el pasado,
una reliquia pueden entregarme,
un segundo de amor 
que fugazmente
me devuelva la espera, la palabra,
el beso, la mirada, 
la sonrisa,
me devuelva la vida
naufragada en las sombras sin reflejo.





sábado, 18 de octubre de 2008

Sueño de hiel

Sueño de hiel, cuchillo de azucena,
barco de herida,
cajón de huraña flor, seca y desnuda,
o refugio de mar terco y hambriento,
cómo nombrar la espera,
pálpito frío y erizado
de ansia y de luz entrecerrada,
sabor de soledad, pan taciturno,
cómo poner palabras
en las manos de un viento anónimo y oscuro,
como banderas rotas,
y la voz, que se pliega y se anochece,
cómo lanzar su sombra renacida,
su dardo de deseo,
cómo decir la piel suavemente
por la secreta escala
se te llena de alcoba y de recuerdo,
cómo pensar siquiera,
si el filo de tu ausencia
en mi sien va cebando tenazmente
su solitaria sed de blanca muerte.

martes, 14 de octubre de 2008

Patria de amar y del deseo

No sé si eres consciente,
siquiera si imaginas,
cuántas veces me pierdo y me desvío
por el azar sinuoso
de tu cabello, mar sin rumbo,
ola de suavidad y de silencio.
Quizá te has dado cuenta,
(a veces me parece estar seguro,
cuando otra vez hallo la forma
de mirarte y de hablar y de decirte
que te quiero
--y me preguntas luego
si es de veras, golosa y ávida
de la insistencia)
y quizá si sonríes es precisamente
porque a tus desnudos ojos
sabes que ahora les confío
la alegre vuelta hasta la playa
al repetirlo,
porque imaginas y hasta anhelas
--con disimulo--
que en los náufragos besos rescatados
toda la sal de lágrima o de ola,
de extravío,
ha de volverse vino locamente,
que te traerá a la boca la memoria,
dulce y recobrada,
tantas veces, (lo sabes, sí, no hay duda ya,
qué tonto he sido),
de la patria de amar y del deseo.

sábado, 11 de octubre de 2008

Tu voz, de nuevo

He oído tu voz... detrás del muro
que separa el pasado del recuerdo.

No sabría decir, reías acaso,
o era un reproche que grababa
su hendidura de sal sobre el momento.

Pruebo a traer del fondo, lentamente,
ese resto de luz, hundido y mudo.

'Sabes que sí', son tus palabras;
no distingo, en cambio,
si era el comienzo

o el final de todo justamente .
¿Importa acaso? He oído tu voz.

Me basta eso.

martes, 7 de octubre de 2008

Ulises, en su lecho de Itaca

Quizá fue solo un sueño. Aunque la sangre
resbalara en tus manos y extendiera
su perfume de sombra espesa. Piensas
ahora, densamente, en la marea
de rostros descarnados, sin memoria,
en sus muecas de angustia y sed oscura.
Si verdaderamente no fue cierto,
si no viste vacío en las miradas,
en las bocas, entonces, dime, Ulises,
si no viste ni el rostro de Tiresias,
dime cómo es posible que tu nave
fondee en el vinoso mar de Itaca.
Que tu esposa rebose con sus labios
tu cuerpo de placer y de deleites.
Y la sangre que impregna
con acre tozudez tu olfato y que el perfume
de Penélope hunde en un vahído
de mortal acidez, ¿no es acaso
el trofeo, el valor de tu venganza?
Has derramado tu simiente
en su cuerpo, maduro y olvidado.
Es ahora cuando empieza el sueño,
palacio de memorias y temblores,
de silencios y sombras movedizas.
Ciegas al cíclope 
de nuevo, sientes su sangre, 
sí, viscosa,
por tus dedos, tensas el arco
y, tantas veces, disparas. Disparas
y oyes,  tantas veces, estertores
de agonía. 
Por qué no fue posible
navegar para siempre entre la espuma
de la mar calma y venturosa,
soñar, definitivamente,
la muerte dulcemente entre las olas,
o entre los brazos, nacarados, de Nausícaa.



Busquemos en tu boca


      
Busquemos en tu boca
aguas de mayo y tiempo demorado,

labio de luz, figura
de dolencia de amor, voz acallada.


Y por tu cuerpo echado
en el lecho de instantes recogidos

qué vendimia de besos
qué sabor de recuerdos deliciosos.


No sabremos si el cielo
nos rebosa por dentro o nos recubre

su desnudez copiosa,
su fulgor azulado y silencioso.


Y al estrechar tus dedos
los míos con tan tensa mansedumbre

¡la soledad se quiebre
en oleajes de pétalo y de vuelo!







domingo, 5 de octubre de 2008

Adagio

En ti se guarda
todo el deseo exhausto que mi cuerpo
puede buscar en sombra

en la memoria.

Por ti se extiende

y se consuma el tiempo prometido,
lejano, y cálido
como tu vientre.


A ti te quiero;
solo el contacto núbil de tu boca

aún me retiene:
reflejo incierto.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Dónde tu nombre

Dónde tu nombre, sí, dónde tu nombre, por qué labios se mece o se agita, extiende su caricia o su roce, su sonido, breve y sencillo como una luz prendida de repente, como una llama que de pronto brilla agudamente, con el rumor preciso de su tiempo luminoso, exacto y simple. Y seguro que viaja, otras veces, seguro que por cables sigilosos, metamorfoseado en chispa apresurada, y luego de nuevo vuelto en sí, junto a tu oído, se refugia como pájaro, arrebujado en seno cálido, familiar, y desde allí busca su eco, busca el perdido hilo de tu sonrisa o tu atención o tal vez tu incomodidad, busca para encontrarte, para amoldarse a ti como un guante entristecido, que solo se llena y exalta cuando la mano acostumbrada lo va despertando de la flacidez, el abandono, el olvido. 

Tu nombre, como el hueco preciso de la almohada, como el contacto tibio sobre la lengua del té, aún humeante. Tu nombre, qué despacio se va vistiendo del sonido hueco del pensamiento, de la suavidad con que el tejido de nombrarte sin decirte recubre tu recuerdo, la leve plenitud imaginada de tu sonrisa, el espacio huérfano de tu cuerpo, cuanto dentro de mí dibuja la mano caprichosa de la memoria. Y es dulce apurar el silencio, afilar su presencia, hasta que por fin sobre ella de nuevo agita tu nombre sus pequeñas alas, derrama en el aire el fulgor íntimo, su diminuto éxtasis, qué breve urna, qué sagrario de forma escasa y viva. Tu nombre, sí, tu nombre.

martes, 30 de septiembre de 2008

Por dentro de tu voz


Por dentro de tu voz, por interiores
desnudos de sabor precipitado,
por el oscuro azar de los olores
que rebosa tu cuerpo derramado,

voy arando minutos y temblores,
certidumbres de amor ambicionado,
surcos de pluma y luz, porque demores
el placer, de tu carne desgajado.

¡Ay qué viento de espumas y de vidas
se desata en las bocas y devora
la cumbre derrumbada en mil heridas!

¡Ay qué brillo de nieve retadora,
como un nido de nubes detenidas,
por tus ojos se extiende y aun se dora!


De tu boca

    
 
Es de tu boca ahora
el espacio, el aroma
la quietud dibujada, o el silencio.
De tu boca.

Puedo escribir sabor, o fruto,
barro encarnado en sombra dulce,
no es difícil decirlo,  recobro entonces
la habitación oscura, los labios mismos
embriagados.

Todo es de tu boca. Todo
lo que escribo; cómo trepa,
cómo se enreda en labio 
la memoria
ávida de palabras y de cumbre,
ávida 
de tu boca.


 

domingo, 28 de septiembre de 2008

Confesión

Hay en la confesión algo impredecible,
un dulce exceso de sangrado
cuando se abre
la herida desbocada de la sinceridad,
de la franqueza. Hay dolor y hay alivio,
y se espantan las aves oscuras
que devoraban a picotazos
las vísceras crecientes. No es que los dioses
nos permitan ahora
ser transparentes, fluidos como agua,
sino que a veces se toman un descanso
y dejan que los frutos de la vida,
su pulpa de frescor rebosante
se deshaga, lentamente,
en las mortales bocas. Quizá solo pretenden
que se redoble luego
la aguda estría del dolor sobre las horas,
sobre la carne viva
de los deseos oscuros.
 

jueves, 25 de septiembre de 2008

Por qué vuelves

No es explicable, no entiendo por qué vuelves. Por qué desde detrás de la memoria, con esa nocturna terquedad de lobo, siempre al acecho discreto, tu imagen viene a mí, tu cuerpo y tu placer y tu olvido, cada vez que el abrazo o el silencio se ahondan, fuera de mí o en mi interior, suavemente, lentamente, hasta alcanzar el fondo del dolor y del regreso, el brillo oscuro de la vida que sobre sí misma se dobla, para hurtarse al tiempo, a su baile mecánico y vacío. 

Hace ya tanto, tanto que no sé de ti, ni me toca tu palabra, ni la espera de verte ni de hablarte. Nada hunde en el día la herida hermosa del instante rescatado, exprimido en el alma como un fruto lleno que demora su pulpa entre los dedos mientras derrama todo el placer acumulado, toda la líquida pasión, que se preserva y luego se derrocha. Hace ya tanto, que no entiendo por qué de nuevo este rasgado dolor, esta cortina de bruma y de lluvia me rodea de ausencia y de recuerdo. Y no es la luz, no es la vida, no eres tú, sino tu doble oscuro, tu inerte réplica llena solo de mí y de lejanía, lo que me ahoga y me seduce. Dónde estás, dónde tus ojos desnudos, tu cuerpo, tu voz, tu latido. Tu sonrisa. 

Pero escribo en el agua, en su rostro fugitivo y tembloroso. Qué vale entonces cada letra, cada palabra, cada eléctrica chispa de recuerdo, si no puedes saber, no lees, si nada sé de ti, por más que pretender olvidarte es desprenderme de mí mismo. Por qué vuelves, por qué decir tu nombre apenas en los labios, sin el espacio lleno de sonido, sólo como un murmullo negro, desechado.

martes, 23 de septiembre de 2008

Subir hasta la espuma...

Subir hasta la espuma, hasta la llama,
hasta el cauce habitable de tu boca,
y de aliento colmarte y de gemidos
como espejos de sombra derramada;


enhebrar en la voz el hilo atento
de palabras de seda minuciosa,
que por dentro te tejan una herida,
una fuente de luz, profunda y terca;


recorrer los caminos de tu cuerpo,
con la codicia táctil de mis manos...
Y beber hasta el fondo de los tiempos


la espesura de vientos prisioneros,
el frutal cautiverio de tus labios,
la ingravidez oscura que rebosas.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Por qué, dime

Desbastar el silencio y encontrar
solamente 
un espacio de huella, un molde
áspero de esperanza. 
 
Tal vez no sea ya mi vida
otra cosa que agenda, calendario,
sucesión de minutos, de presentes
prefijados y secos. Por qué entonces.

Por qué motivo tu recuerdo,
tu cuerpo claro, tu boca y tu deseo
de alcanzar el placer me asfixia ahora,
y de noche me inunda
por dentro de los ojos y los sueños.
 
Si es ya solo de sal la carne inmóvil,
si no siento tus manos
enredadas
en las mías tan terca y vorazmente.

Por qué vuelves, persistes,
y te bebes el tiempo demacrado
que desvivo de ausencia. Por qué, dime,
en este Hades
me esquivas y desvías
tu mirada callada, tu boca ciega,
que me embriaga
de besos arruinados y vacíos.


martes, 9 de septiembre de 2008

Ven despacio hasta mí

Ven despacio hasta mí, cuerpo de sombra,
despacio, sensación en carne viva.
Vuelvo a verte llegar
precipitadamente
a la bahía calma del abrazo,
y anclar despacio, lentamente,
en el fondo insondable de las bocas:
tan húmeda quietud, tan largo sueño.


Vuelvo a verte llegar y no hay espera
tan espaciosamente llena
como la de otra vez abrir los ojos
saciados de silencio, y empapados
de sonrisa y de luz, después del beso,
para mirarte ahora, tan despacio,
y las pupilas tiemblan
levemente
como barcos al viento de la aurora.


Despacio, sensación en carne viva,
cuerpo de amanecer, ven hasta mí de nuevo,
vuelo dulce, hecho de alas de tu boca,
ángel nocturno, fabricado
de recuerdo y placer, de travesía,
y anida en las palabras,
en la frágil espuma de los labios.


 

lunes, 8 de septiembre de 2008

Detén la brisa

Detén la brisa, amor,
detén su espacio vivo y su amargura,
su caricia arrasada,
su memoria,
su desgastada fuerza y su susurro.

Detén la voz, la suave voz que me rodea,
como una vestidura, y desfallece,
se disuelve en el aire
y se apaga
fértilmente acallada, febrilmente.


Detén el curso, la marea, el movimiento,
detén la vida misma, o bien la muerte
deseada,
que nada quede ya, solo palabras
escritas en los labios,
en las bocas,
en los surcos de amor deshabitado.


viernes, 5 de septiembre de 2008

La música callada (A una exposición de tallas en madera)

Si de pronto, como un pesado fardo, la fatiga
extendiera su sombra
sobre las alas de los astros
tras el cansancio de su tenaz giro
--las invisibles alas con que a veces
imaginamos dotadas las estrellas--,
qué otro refugio encontrarán
mejor que detenerse eterna y
luminosamente,
en los troncos que tu alma
conduce de la muerte hasta una vida
de tácita armonía, viento lento,
destello que se oculta
en la curva prisión de la escultura.
Han labrado tus manos
todo un valle de vivas sepulturas,
de tumbas eternales,
para que faraónica, inmortalmente,
atraviesen los astros
las sombras demoradas,
las largas caravanas de los siglos.
Sus luces clandestinas,
como arañas sedientas,
por dentro de las tallas
tejerán la nocturna red de la memoria,
y nunca olvidarán
ya sus celestes viajes mientras sueñan
la música callada,
durmiendo en la madera enamorada.


 

jueves, 4 de septiembre de 2008

Noche

La oscuridad rugosa,
l
as ásperas prisiones de la luna
espesamente cunden
y mueven
sus sonidos de flor muerta y herrumbre.
Su lúgubre elegía
de ambiciones vacías como heridas,
como bocas de cuevas
o sirenas nocturnas de cargueros.
Es posible
que describas al fondo de estos versos
una luz que adivinas, o pretendes,
una sombra,
promesa de los cuerpos
que te esquivan, a espaldas de tus manos
quebradas, derruidas,
tus manos, que serpean, entre letras
aleatoriamente venenosas.
Y el mar, que eleva
una y otra vez
la rítmica oración, hecha de escombros
y destinos borrados como huellas
de su lengua infinita sobre el tiempo.

domingo, 31 de agosto de 2008

Amor

Sobre tu carne vierto mi deseo
que rebosa en la boca. Con mis manos
cubro el calor exacto de los pechos,
su rotundo brotar de luna y sombra
hasta erizarse
consistentes y duros. Y qué abundancia
de sopor derramado y de vigilias
incendiadas por dentro de mi aliento
se me emboscan y acechan, cuánto bebo
de tu cuerpo letal y cimbreado,
venenoso y glacial, dulce y remoto,
cuánto llenas
como espuma de sangre venturosa
la extensión misma, tanta muerte,
la perfección aguda del momento.
Ah, qué despaciosamente vuelves
a desposar los labios tenuemente,
a malherir de amor mi sexo vivo,
su resplandor henchido, la premura
de adentrarse en tu cuerpo de tiniebla,
viento, dolor, gemido,
negro deleite, azar, derrumbamiento,
baile en ruinas, despojos de recuerdos,
dibujos de extasiadas mansedumbres.
Cómo de entre mis manos te resbalas
hacia la cumbre, alcoba de tu alma
habitada de vuelo y plenitudes.
Y devoro el fulgor, la espesa noche,
la marea de estrellas derramadas
por los cauces oscuros y brumosos.

Quise besarte...

Quise besarte en el aire

con llama de viento largo,

pero tus labios huían,

sombras de rumor callado.



Volaban como palomas

de negras alas y el rastro

de su perfume extendía

señuelos de seda y llanto.



Cómo posabas entonces

sobre el cielo derramado

por mi voz tus ojos vivos

levemente aleteando.



Y sin embargo, el silencio

de tus labios sin embargo,

va tiñendo de amapolas

negras mi dolor ajado.

viernes, 29 de agosto de 2008

Amor y muerte



Ah, tu cuerpo, tiniebla de brumosa caricia,
luz de sorbos ocultos, de oscuridad suave,
qué sin cuidado tejo de memorias de espuma
redes de viento ocre para vestir tu sueño.

Y cómo nuevamente en la copa colmada
de tu boca el silencio me ofreces largamente,
porque invocas mis labios y te bebo la vida
inundando la espera, el deseo, la muerte.

Ellos en el refugio de tus ojos cerrados,
de tu voz apagada como una llama ciega,
tenuemente habitaban, de tus manos dormidas.

Ahora combaten dentro de mis ojos que queman,
de mis manos que ansían, de mi boca que busca
toda la muerte viva de besarte y besarte.


viernes, 22 de agosto de 2008

Olvido

Erigí de palabras un olvido perenne
más que el bronce teñido de verdoso pasado,
porque en tanto que giren los astros en sus órbitas
nadie podrá saber de tus besos oscuros.

Si he delineado a veces el perfil de tu boca,
su niebla y su caricia, su codicia y deseo,
solo de las palabras no se levanta el beso,
la oscuridad que ciega tan temerario vuelo.

Nunca podrán juntarse las bocas como entonces
en los labios que lean murmurando estos versos:
sombras en el refugio de la imagen mentida
burlarán tenuemente la memoria usurpada.

Dentro de ti perviven secretamente yertos,
dentro de mí aletean como aves heridas.
Solo remonta a veces su contacto en mi boca,
hasta caer prendido en palabras vacías.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Nocturno, de nuevo

Eres de sal y hierba, gozosamente abres
tu perfume de savia mineral en los brotes
de vientos que desangran velozmente el silencio
en tu risa de estancias grácilmente bailables.

Eres la tierra herida por el arado hambriento,
hecha de ola y de sombra, de semilla y de espiga,
eres como una ausencia, dibujada y precisa,
como un dolor de aceite levemente vertido.

Qué quieres que te diga para invocar la aurora
de tus labios que escuecen mi boca atardecida,
la perfección oscura de tus besos desnudos.

Qué oración extraería del sepulcro del sueño
el arcángel que habita el hueco de tu cuerpo,
encarnación y fruto de despobladas manos.

Nocturno



Tú sientes el espacio como un segmento frío,
la longitud ausente de memorias que tiemblan:
tus labios, dibujados en sudarios de niebla,
tus manos, como aves naufragadas y yertas.

Yo me bebo los días como licor de tierra,
y el oleaje ajado de océanos resecos
golpea en mi recuerdo latigazos de sombra
y esparce por mis ojos su arenosa marea.

Ya de noche despiertas por los sueños oscuros
y la humedad que extienden tus labios en mi boca
me inunda en su musgo de sed y espuma y fruto.

Desarboladamente navego por tu cuerpo,
a la deriva extiendo mis labios anegados
hasta el confín salvaje de tu sexo profundo.



viernes, 8 de agosto de 2008

Recuerdo de tu boca

De agua y de miel hilada y taciturna
tejiste los aromas oscuros de tu boca,
como un silencio helado su ausencia se demora
por la pradera errante de sueños cereales.

Y el beso, prisionero de luces derrotadas,
envuelto en un traje silencioso y efimero,
deambula en las calles nocturnas del recuerdo
y deja insomnes surcos de letras ateridas.

Con qué insolente viento me endiosas y me enciendes
en el altar de selvas, de nidos y de panes
poblados de la espuma codiciosa del labio.

Y qué despacio cierro los ojos al besarte
recorriendo una espiga, un sabor, una tierra,
ese rastro que siembras de caricia y de cuerpo.

jueves, 7 de agosto de 2008

Tiempo

De ir y venir se sacia el tiempo
como una fiera hambrienta que en su boca
engulle los recuerdos luminosos,
las anchas avenidas arboladas,
el espacio fugaz de una sonrisa.

Se sacia a veces y detiene
su paso y nos observa taciturno.
Espera acaso
que de nuevo encontremos un camino,
para satisfacer después su gula,
colmándola de logros, tentativas,
vacíos, sequedad, o puro abrazo.

El tiempo, como un monstruo concienzudo,
atesora en su oscuro laberinto
un rencor trabajado y esperanzas
que se tejen de sombras y oquedades.

Alimentamos obedientes
su panzuda conciencia y su misterio.
La complicidad que traba
secretamente con la ausencia.

sábado, 19 de julio de 2008

Qué huérfana mi voz

Qué huérfana mi voz, por qué silencio
transita su metálica amargura,
con qué callada luz de sueño largo,
con qué pasos de seda umbría y leve.

Por el reverso dulce de tu boca,
por el cristal sin fondo de tus ojos,
por tu cuerpo de sed, de agua lasciva,
voy posando palabras de memoria.

Y bebo de tu risa, estrella herida,
como un rastro de luces dibujadas
en un lienzo de antiguas penitencias.

Y vuelve a descargar su filo negro
el cuchillo mojado del recuerdo
sobre mi sien, balcón de flor ausente.

martes, 15 de julio de 2008

Me desnudas de sombra

Me desnudas de sombra y nieve oscura
si te busco la vida por tu boca,
venenosa y callada sepultura,
ángel de la humedad que me convoca.

El sabor de la luz, la singladura
por tus labios me embrida y me desboca,
una espuela de hielo y de dulzura,
un estrella jugosa que me toca.

En tu enjambre de fuego me detengo,
no dibujo la voz ni la memoria,
fijo el rumbo en el ancla de besarte.

Y amotino mis manos y prevengo
que has de ahogarme de amor para tu gloria,
traspasarme el costado parte a parte.

lunes, 14 de julio de 2008

Venimos de la muerte

Venimos de la muerte,
de la caricia seca de la nada.
Su boca besa la esperanza:
labio de arena ciega, mirada
de óxido inerte. Hechizados,
damos pasos que rasgan
el manto del silencio.
Se exalta
la sombra en la cintura de la estrella,
en el tacto jugoso de la luz:
la vibración precisa,
la flecha que devora
anhelos de humedad, de pálpito,
palabras que rebosan como heridas...
En la ciénaga espesa
de haber amado se condensa
la ruina desnuda de los besos.
Para llegar de nuevo
a las orillas
ávidas y oscuras,
al oleaje mohoso del olvido.

sábado, 28 de junio de 2008

No quisiste contener la sombra

No quisiste contener la sombra, su espacio creciente, negro, espeso, su avance de seducción lenta y oscura, como un lecho de niebla y de silencio. Y tuve que recorrer con mis manos tu cuerpo recordado, convertido en volumen mudo, rescatado y cubierto, piadosamente, por el sudario explícito de la palabra seca, escrita, diluida. Y fue beber de ti, como de un manantial de tiempo exhausto, de cansancio vencido y envuelto en descuido y flacidez, beber de la laxa sucesión de piel, de la adoración y la ausencia, de la memoria bordada en el tejido huidizo de la tarde.

Qué importa ahora si a tientas busco tu voz, la forma de invadir instantes, el camino. Qué sentido puede ocultar el encuentro, la vibración, el salto. No es sino vacío esta busca. Imposible en cambio evitarla, extraer de la huella el contacto, de la evocación el cuerpo, su evidencia palpable y fructífera. No quisiste. No queda nada.

sábado, 21 de junio de 2008

Bajo tus ojos

Bajo tus ojos, ah, por qué la fuerza
del hierro fértil o la espada herida,
bajo tus ojos, lago oscuro,
por qué el cobijo
de la nieve, por qué de tanta aurora,
como una inmensidad,
la tierra viva
erigida en la sed más cristalina.

Por qué por dentro de tus ojos
gacelas codiciosas
de mimo y sal y viento adormecido,
por qué así giras en mis manos
como barro de luz en esta lucha
cerámica y precisa.


En la vendimia enamorada
de tu cuerpo
recojo de tu voz bruscos alientos
como racimos de llamas, como estrellas.

Por qué memoria de la carne,
por qué la piel y la palabra,
va a ser aquí
por dentro de este tiempo vaciado
que de nuevo en los gemidos
se impregnen de placer,
que nos amemos largamente
encadenadas nuestras manos
en la prisión de bocas y de sexos,
por qué, bajo este nunca de fuego y este siempre,
hasta el silencio
oscuro y eterno de mirarnos.


sábado, 14 de junio de 2008

Inacabable beso

Dejo que las palabras salgan, que se alejen de mí y se acomoden en la frase, encuentren un rincón, un lugar despejado y tibio, desde el que hagan volver su sonido, su camino, lentamente. Como antes me devolvías, sonriéndome, toda el alma que se me escapaba, de los ojos y los labios, al decirte te quiero. Me preguntabas "¿de veras?", esas dos palabras, llenas de mimo y bisbiseo. Me preguntabas, recuerdas, y era la puerta desde la que saltar a la plaza soleada de la sonrisa, al reino extenso y dulce del beso, a su bosque escondido y lleno de rumor y de sombras sabrosas.

Ahora, sin embargo, decirlas en las letras es tan lento, es como tallar a navaja una figura, definir los bordes, los perfiles, las líneas exteriores que van desnudando el volumen preciso, dormido dentro de la madera seca y misteriosa. Es difícil apresar la nube del recuerdo, su masa borrosa y blanquecina, hacer que se pose en los vocablos mudos y precisos. Atrapar el baile quieto que se mueve por dentro cuando te ama, tanto y tantas veces dicho, la persona que amas, su amante voz, sus amantes labios y sus ojos, como heridas de luz que sangran claridad, espacio, dicha. Y sin embargo, es necesario, ah y cómo, volver a recorrer las frases, los silencios, regresar los pasos por los acentos, las interrogaciones, las interrupciones, tocar con los dedos ambiciosos el hueco ausente que la memoria llena de materia viva y fértil, de semilla hacia dentro, de la que brotan, como raíces, flores negras, hermosas, suaves, hacia el reino oscuro de lo hondo y sigiloso.

Un día deshiciste una carta, te desprendiste de ella, medio borradas las palabras por el sudor de tu mano, que las apretaba fuertemente, porque no teníamos derecho, pensabas, a la materia, a lo escrito que permanece, recuerda y fija. Solo a las palabras de alas y de huida, solo a su clandestino vuelo ardiente, entre los labios, antesala y descanso de los besos. Deshiciste esa carta y esto que ahora escribo ya no lo leerás ni tan siquiera, ya no habrá entre nosotros ni aun el rito de la destrucción prudente. Quedará como un esbozo de la extraña y perdida arquitectura de nuestro amor extraviado, su laberinto envuelto en la bruma y el silencio. Otros ojos tal vez, mas no los tuyos, otros ojos quizá salten de letra en letra, de palabra en palabra, y tejan esa danza suave que es el amor de ti, que dentro me va moviendo pasos, gestos, voces, silencios. Que ha salido para vestirse de sonidos callados y mostrar, quizá con ese pequeño mohín, ese gesto tan tuyo al responderte "claro que te quiero", para mostrar, decía, su inacabable beso, su hermosa vida, más allá de los reflejos y las huellas, de la palabra escrita, destruida, no leída. Su inacabable, inacabable beso.

jueves, 12 de junio de 2008

Tuve que regresar desde la hondura

Tuve que regresar desde la hondura
de la humedad rebelde de tu boca,
remontar sin aliento
hasta tu oído
susurrarte engaños,
eternidades, fuegos, tantos nuncas,
el veneno del alma,
la materia huidiza de los sueños.
Tú guiabas la balsa de mis manos
por el oleaje secreto de tu cuerpo,
ascendían
peregrinas
a la memoria eréctil de tus pechos,
zozobraban
dudosas
por el olvido frágil de tu vientre,
fondeaban
golosas
en el recuerdo fértil de tu sexo.
Y de nuevo
la asfixia de besar
hasta el final más hondo y desnacido,
hasta la viva muerte, la bahía
de un infierno de calmas inundadas,
vientos de sombras dulces,
densas y jugosas,
el placer tembloroso, la caída
en la luz celestial de poseernos.

Tan por dentro te duermes



Tan por dentro te duermes de tus ojos,
tan sin hilo es tu sueño un laberinto,
que por fuera de ti no hay sino espera,
extravío, orfandad, vil cautiverio.

Sangre que deshabita los latidos,
boca que bebe solo aliento mudo,
manos que como espejos se detienen
en la quietud ausente de un reflejo.

Qué me queda de tiempo descarnado
que no sea temblor desvanecido,
ansia de espada y sombra, y de despojo.

Una espuma tan frágil de deseo,
un cortejo de nieve y de agonía,
una efigie de viento olvidadizo.



















miércoles, 4 de junio de 2008

Actium

Eres mortal, recuerda. 

Siguen tus ojos,  

entumecidos, 

la peregrina máscara de sangre 

que hunde por fin el sol tras las Columnas

de Heracles. Sobre las aguas

aún adivinas, como espectros,

memorias de los rostros que veían

al caer los soldados moribundos.

Zambullían los brazos extendidos

por atrapar vibrantes espejismos,

cuerpos vacíos fantasmales.

Y entre sueños de triunfos,

tendías tú a los astros esta espada,

‘la victoria es de Roma’

era tu grito,

y tu oído bañaba, imaginado,

el ansiado bramido junto al Tíber, 

–eres mortal, recuerda--

rugidos de la plebe enfebrecida

devorado ya Octavio

por las hambrientas hienas africanas.

Tu misma espada, sí,

la que el destino apresta

a abrirte las entrañas, sostenida

por el fiel Lúculo. A la Reina

la rodean sin duda las Erinias

de su hermano, o de tantos...

Siempre la sangre, cónsul,

se entrevera en la púrpura

y extiende

una marea seca de venganza

que marchita las rosas florecidas...

Un salto, nada más, es un instante apenas.

Mientras el sol recuesta

su cuerpo en la copa en que dormita,

toma impulso, y acaba. Ha de beber Egipto

tu sangre de patricio. A tu recuerdo,

aun tras el abandono de los dioses,

ya no lo alcanzará jamás la muerte.




martes, 3 de junio de 2008

Si tú vuelves





Si tú vuelves,



si no dejas



las horas despobladas



ni las sombras



malheridas,



si regresas



como espuma,



hecha réplica exacta



de tu cuerpo,



si te llegas



hasta la orilla misma



del recuerdo,



si lo tocas



con las manos por fin



iluminadas,



si me acercas



a la boca tus labios



como algas,



si murmuras



el agua de mi nombre



como vino,



si tú vuelves,



y regresas,



y murmuras



mi nombre



sepultado,



no es que beses



sus letras derramadas



solamente,



no es que llenes



de tu voz el olvido



de su cauce,



es que vuelves



a modelar el barro



del silencio,



es que regresas



para soplar la luz



sobre sus alas,



es que inundas



de carne,



de placer



su cuerpo



redivivo,



lázaro de palabra



que camina



por el viento,



despierto



de nuevo,



vuelto,



regresado.













jueves, 29 de mayo de 2008

Infinito es besarte

Infinito es besarte





con los labios mojados de recuerdo,





con la boca





habitada de sombra y de deseo.





Es muy fácil que beba





en tu silencio húmedo y lascivo





una lluvia menuda de dulzura





y de menta, trabajada en el aroma





de tabaco y aliento enardecido.





Es hermoso que abrace





con tu cuerpo el gemido, la distancia





que tu memoria teje en otros besos,





otras bocas que tocaron





al buscar, como yo busco ahora,





el corazón, y abrírtelo en los labios.





martes, 27 de mayo de 2008

Para la sombra

Para la sombra escribo,
para las manos oscuras de la lluvia,
la mortaja anhelante,
deseo, pétalo,
cristal remoto,
de suave humedad adormecida.

Para el limpio crepúsculo y presente
escribo ahora,
la barca que rebosa
su sueño abandonado,
su deriva de sal, de viento enrojecido,
vaciada de rumbo y de destino.

Para tus manos beben
el silencio mis dedos en las letras
y salpican sus huellas,
perfume, azar, reloj,
espuma o nieve,
sobre la tibia espalda de los días.

Para tus ojos y tu boca,
se me entornan los labios y los párpados,
como puertas celosas de deidades,
ofrenda, sequedad,
promesa o ruego,
mandamientos de ahogo y de ceniza.


Para la muerte oculto
teoremas de besos sucesivos,
la exacta geometría
medida por mis manos:
tus pechos, frutales, llenos
como lunas,
la calidez estremecida
que tu sexo derrama entre gemidos.

jueves, 22 de mayo de 2008

Siempre


Ah, nunca más tu cuerpo por mi boca,
tu temblor de deseo por mis dedos,
nunca más tu susurro como un ave,
un vuelo reposado en mis oídos.

Y ya siempre del nido del silencio
la palabra de amar como una herida,
una espada de arcángeles en celo,
una llama de sexo estremecido.

Lejos tus senos de anhelante cumbre,
la noche de las olas de tus besos,
el cáliz que en tu vientre se insinúa.

El sabor de tu piel, qué cerca siempre,
la cavidad, qué dentro, de tu ausencia...
Qué lejos nunca de tu luz mi sombra.



miércoles, 21 de mayo de 2008

Invitación

Toca mi voz hueca y desnuda
con tus dedos oscuros,
como dardos sedientos,
como seda
hilada en sombra.

Sorbe los ecos
hondos, precisos,
de pasos que se pierden
por la garganta seca
callada y desistida.

Besa mis labios yertos
fríos, pulcros,
algo entreabiertos
para beber tu voz
en el sepulcro breve de mi boca.

Dos fragmentos, sin mucho sentido

Quise tu voz como un banquete vivo,

la necesaria alcoba de la risa,

el luto de los odios derrotados,

el fuego enamorado de los ...





Tuve la sombra ciega y prisionera

de tus besos furiosos y solares.

Como cárcel de cuerpos enredados

fue la noche una gloria incandescente.

Una herida ...

domingo, 18 de mayo de 2008

A contratiempo

La palabra ahora vierte
su sombra de ceniza sobre el aire
despoblado de alientos enlazados.

Proyecta a tientas el dibujo
de las siluetas secas de memorias
ásperamente quebradizas.

Veo sobre los libros tu sonrisa
como una anunciación de auroras
rosadas y dispuestas para el beso.

Los labios, sí, rubrican el destino
de ardor, de ahogo, de suspiro,
de la humedad nublada y movediza.

Tu voz arrodillada me promete
la floración perenne de tus ojos
en la torcaz prisión de mis pupilas.

Y en el vaso evocado de tu cuerpo
bebo todas las luces de los vuelos,
toda la libertad de amarte a contratiempo.

viernes, 16 de mayo de 2008

Vuelve el recuerdo

De las habitaciones negras del silencio

vuelve el recuerdo, el prófugo aliento de tu boca.

Me herías en los labios olvidados,

en el naufragio dulce de las lenguas.

Entre ahogos me hundía

por el oleaje violento del jadeo.

Bajo los párpados cerrados,

se mecía, es cierto,

el deseoso temblor de tus pupilas

dibujando mi cuerpo imaginado

al codicioso dictado de tus manos.

Vuelve el recuerdo, la sensación oscura

de respirar, de nuevo,


el aire de tu boca enardecida.

Es la suave luz deshabitada,

el abrazo desierto de la sombra,

la memoria de besos calcinados.

lunes, 12 de mayo de 2008

Sobre la hierba





En una dulce espera,

deseosa de brisa y de rocío,

sobre la hierba tiendes

la blancura que acecho

por tu sueño de aceite dibujado.




Ah, te querrá vestir la madrugada

su túnica de luz, tan lentamente

con las manos de rosa y de silencio.



Esa caricia temblorosa,

mojada de la duda que amanece

en resplandor incierto. Y los besos,

las húmedas plegarias

te sembrará mi boca peregrina,

devota de tu aurora destilada.





























































sábado, 10 de mayo de 2008

Para velar a Rocamadour

Sabes, el mundo es dulce, pero también se rompe, se quiebra, tantas veces, en lágrimas llenas de silencio que mojan los labios y dejan un recuerdo de sal, y secan en un ahogo que camina por dentro del pecho. Como un gusano laborioso, esa tristeza se demora, y pasa la suavidad de su lengüita por la garganta pero más dentro, y va hurgando en el misterio del dolor y la memoria, y vemos el cuerpo, dulce, como el mundo, el cuerpo de Rocamadour sobre la colcha, dormido pero más dentro del sueño, tocando con los dedos quietos el rostro seco y tibio de la muerte, sus facciones, angulosas, acogedoras, que se quiebran casi en una sonrisa desde lejos, de golondrina y de ocaso. Miramos fijo ese cuerpo porque los niños mueren de otra forma, mueren toda la vida de golpe, como un portazo que destranca los sueños y los juegos, que descompone los tableros derramando en el suelo sorprendido alfiles y caballos, peones, torres, reinas, toda la blancura de las preguntas y la solución de las respuestas negras. Y en ese entonces ya la dulce caída del llanto ha labrado el surco salobre de la angustia sobre las mejillas, y nomás volvemos a mirar el cuerpo, y queremos darle los besos de mañana y de los años rotos, coserle en la memoria ciega un bordado de pasteles y de abrazos, de luces y de amores, ahora que sabemos que no, que no lo alcanza ni tan siquiera el sollozo de loba de la Maga, que ciega todas las fuentes, apaga todas las risas, que ahoga el alma con una enorme manta, tan negra y pesada.

lunes, 5 de mayo de 2008

Secuencia

Pude tocar, mi amor, el cielo con los dedos
la nube de tus besos con mi boca,
el silencio de honduras insondables
pude saciar, bebiendo de tus ojos.

Volaba entre los árboles, la gente,
para abrazar tu cuerpo, tus promesas,
y me hundía en un lago hecho de sueños,
de cristal, de palabras bienheridas.

Me parece la muerte tan querida,
para vencer el hielo de esta ausencia
espada y precipicio, este deseo,

que no puedo dejar de desvivirme
por matar el desierto de no verte,
no tocarte, no amarte, no besarte.

sábado, 3 de mayo de 2008

Plomo de olvido

Conduces mis manos
por la secreta escala de tus muslos.
Como una ebria marea
de espuma espesa,
tu deseo
se demora en mi boca.

Qué sed de viento oscuro
busca
la densidad fluida de las lenguas,
ángeles mortales
de niebla y cuerpo,
espadas vivas
de fuegos derramados.

Y el vino negro
de tu alma te recojo,
plomo de olvido
derretido.

Me enveneno
hasta la inquieta soledad que estalla
cuando gimes y exaltas
el placer abrupto de los cuerpos
hundidos en oleajes
de temblor y delicia desvivida.






lunes, 28 de abril de 2008

Por qué Bach

Por qué de repente Bach en esta tarde
entre las notas graves de una fuga
que ciegamente surgen
de la liturgia sumergida de un piano,
por qué Bach precisamente
fluye para consolidar esta tristeza
con la nobleza austera de una muerte
sedosamente heroica. Es entonces
en la agonía seca de los ojos
tenazmente abiertos,
rebeldes, si ya fríos,
cuando la música derrama sus oscuros pasos
por el sendero níveo de la tarde
invernalmente muerta:
suavemente
oreada de vientos cristalinos,
de brisas y de flores desdichadas.
Quizá solo es silencio
la bebida posible de los vivos
encadenados
al oleaje oscuro del recuerdo.

Una piedra en la boca

A veces cuaja
una piedra en la boca,
o más interiormente,
en la boca del alma,
una roca
compacta y precisa.
Esta tristeza
que tiene seriedad
de gruta honda,
pozo podrido
y abandono.
Y estalla entonces
en los ojos
un pálpito negro,
o un golpe
bronco
de agua
sucia y verdosa.
La sed de silencio
se hace oscura
y densa,
se agolpa, se ahonda
manchando los minutos
con su agonía espesa,
su flácida sonrisa
de muñeca lacia.
A veces crece
el deseo extenso
de mansedumbre
seca
de no haber nacido,
no sentir, de ser
como una piedra
o una roca
de manos mutiladas
y ojos
vaciados.

miércoles, 23 de abril de 2008

Nausícaa



Te coronaban flores. Y escuchabas,
sonriente, acariciada
por el dócil vaivén del oleaje,
los halagos sedosos de mi boca.


Qué recto brote de palmera
tu cuerpo grácil de princesa;
qué perfume de inciensos escogidos
bordaba tu risa en el perfil del viento.


En palacio supiste
de cíclopes, lotófagos, sirenas.
Nuestros cuerpos
como naves surcaron
el océano oscuro de tu lecho.


Y sonreíste. Te ceñía Afrodita
la frente y el alma de los dones
que prodiga en la fértil primavera.


Sé que en tus sueños
mil veces vuelvo a naufragar en tus orillas,
y mil veces gobierno
por tu cuerpo desnudo
el rumbo dulce y misterioso
de la patria que anhelo para siempre.

lunes, 21 de abril de 2008

Salamina

Sabes que aquí se oyeron

las cuadernas crujir mientras viraban

deseosos de gloria

los trirremes guerreros. Atenea,

la libertad de Grecia, las antiguas tumbas,

los templos destruidos, la venganza,

la sangre que mezclaba

rojiza espuma

a las fervientes olas del divino Egeo.

Tales fueron, adivinas,

los gritos de combate.

No es fácil, sin embargo,

que percibas sus ecos jactanciosos.

Hoy motores arrastran

panzudas sombras de mercantes,

estruendos de sirenas

que mugen como espectros infernales.

Y no es sangre entregada, solo grasa

cuanto exudan titanes oxidados

infestando las aguas

con sus oscuros vómitos temblones.

Eran hombres tan solo que morían,

músculos rotos, heridas devastadas,

cadáveres, qué importa

que fueran vivos

súbditos o ciudadanos,

medos o helenos.

Los rugidos

metálicos y broncos

usurpan el bramido de Poseidón,

--escríbelo, a pesar de todo,

de este modo--,

en cuyas aguas duermen

los héroes de la libertad antigua,

la antigua

libertad de Grecia.





domingo, 20 de abril de 2008

Para sentir tu amor

Para sentir tu amor me basta a veces



el transcurso fluido de las horas.



Recordar que sonríes,



y que siento



como si sobre mí los dioses extendieran



el manto con que a veces



ocultan sus paseos por la tierra.



Porque, si tú me dices que me amas,



en ese instante mismo,



una nube me envuelve entre los hombres



que no alcanzan a oír cómo mis ojos



suavemente navegan por tu cuerpo,



hienden el aire, se deslizan



con el callado aleteo con que Hermes



surca los cielos divinales.



Y nos ciñe un círculo de fuego,



mientras besamos



en las bocas de nieve enardecida



las almas, prisioneras de guirnaldas,



cautivas de perfumes, de aromáticas



sombras que de la infancia a veces vuelven.



No importa si despiertas



al despegar los labios y preguntas



cuánto tiempo nos queda hoy de amarnos.



No importa, porque es eterno todavía



cada momento en que, recuerdas, te abrazaba,



en que sentía



tu amor. Y a mí me basta,



quiero creerlo, sí, es cierto que me basta,



por más que tú hayas regresado,



bajo tu manto etéreo


junto a los bienaventurados Inmortales.















miércoles, 9 de abril de 2008

Placer de amar

Vierten
interminablemente
en la copa
de los besos oscuros
pulpa mi corazón
hambre tu boca,
tinieblas de seda
tus dos ojos,
frutal ansia madura
mis dos labios.
Me duele y me quema
porque muerdes
con el dulce escozor
de tu locura ebria.
Y qué llama tu lengua,
qué cautiva
una lágrima
muerta de alegría
un suspiro
enterrado en el silencio.
Las manos
como gacelas cazadoras
ágiles caricias
extienden
en los cuerpos inquietos
agitados.
En la bruma que nubla
la conciencia
impregnada tan solo
del camino sinuoso de serpientes
que dibuja el deseo,
imploramos
el fin, la luz, placer
de miles de estallidos
como estrellas de miel
que brotan de los sexos.

martes, 8 de abril de 2008

Soledad jugosa

Solo en jugosa soledad del tiempo
que derroto en su oscura intransigencia
baño el instante en labio y en sonrisa,
en recuerdo feraz y sucesivo.

Una copa de nubes que se escancia
en la nieve del alma y su querencia
va espesando el sonido de los vinos,
espumando rojizas plenitudes.

Y se erige en la luz edificada
de tus ojos de almena el estandarte
de la hueste de estrellas empapadas
en la miel luminosa de tu boca.

Y es por ti, luz voraz, por quien asciendo
a la cumbre indomable de los lechos
rebosados de goce y hermosura.

Por quien lanzo mis ojos hacia el viento
en un cauce infinito de miradas,
de vigilias que sueñan con tu cuerpo.

viernes, 4 de abril de 2008

Carta de amor y pérdida

Desde el fondo más íntimo del tiempo, en su hondura suave, remota, desprovista de centro, espacio y orden, la música de tu amor iba durmiendo, toda la eternidad previa a nacer, soñando el despertar en que habría de derramar su armonía secreta, como un ídolo extraviado, una deidad que aún no ha emergido al lugar del credo suficiente, que sin embargo le aguarda, pacientemente, en la casual chispa que nace del encuentro inopinado, seco como una llama, repentino, decisivo. Y es adoración lo que abruptamente crece, se desarrolla, frucitfica al compás del fuego que devora el silencio y lo impregna de calor, de edén que danza en la superficie de los minutos entusiastas, acogedores, sonrientes. Mas después, pasado el ardor, qué hacer con los abandonados objetos de culto, su orfandad, su misteriosa presencia que acumula la pátina del silencio de modo misterioso, lascivo, sordo, provocativo... Oh los ídolos: su concienzuda sombra se proyecta, como un ejército invasor en la memoria; sus uñas negruzcas se nos clavan, hondamente, excavando en la piel valles dolorosos, podríamos decir, valles de lágrimas, donde se pierde la necesaria mansedumbre del instinto. Su destrucción se acerca, su ocaso ensangrentado, rubescente, pero ha de triunfar el tiempo, de nuevo abierto de par en par a los deseos, a la glorificante sensación de respirar el placer puro de la vida, ese licor de seda que se enciende en la garganta, súbito resplandor, llama tejida de placeres movedizos, fecundos y henchidos, de gemidos como llantos, como instantes que rebosan su plenitud humilde y nos llenan de etérea libertad, de roja egolatría... De egolatría o silatría, adoración del tú, de Ti, del absoluto, tan presente aun en ausencia.

Mil Besos de

...

martes, 1 de abril de 2008

Me descarto

Me descarto
de las húmedas caricias de tu lengua
sobre mi vientre,
pues me retas a espadas, al combate
sobre el racimo lleno del placer,
los copiosos granos
cuya rotunda perfección estalla
en la boca del alma;
y al contacto
de tus labios tahúres y sedosos,
la delicia se erige en una abrupta
constelación de flores como estrellas
fabricadas de miel,
de viento y fresca llama.
Y es hermosa
la derrota en que hundes a mi cuerpo,
con tus cartas de oros,
tu sonrisa,
jugadora de triunfos imperiosos,
de goces
invisiblemente vivos
por detrás de mis ojos
ya cautivos
sin fin ni desaliento.

lunes, 31 de marzo de 2008

Lágrima prisionera

Para venir a la adorada pena
de pensar tu silencio y tu hermosura
traigo la ausente lágrima y más pura
en los ojos cautiva y en cadena.

No la dejo escapar porque está llena
de reflejos de ti, y aun de la oscura
sinrazón de no verte. La locura
de buscarte en los ríos la envenena.

Que bebiera tus ojos si miraras
su humedad diminuta en la corriente
y hasta mí regresara va diciendo.

¿Y si tú, enamorada, la tomaras
en tus labios sedientos de repente,
qué imagen me quedara?, le reprendo.

viernes, 28 de marzo de 2008

Els ulls, els teus, amor...











Els ulls, els teus, amor,







com flors de llum fresca i precisa,





em miren, des del fons







profund de la memòria:







hi ancoren el desig,







la tèbia boira,







el dolç esforç curós del bes







—desfici saborós! i fèrtil!—.



























Com respires la vida! ah, com exhales!







De la cova secreta,







on jauen les pregàries trencadisses,







brolla l’alè sagrat dels sacrificis







pel meu retorn,





i el fum troba per fi, tal una vella espasa,







estoig, repòs... i vol de vent!







I carn, i vela, i mar, dolcesa!









Tendre combat de naus,







guerrera lleugeresa de les llengües,







que sense treva beuen





les ombres, esplendents d'estels,





les onades, verins humits que cremen!