domingo, 27 de enero de 2008

Mañana de primavera



Ancha es tu luz: hieres el pensamiento

como un abrazo largo de limpia incandescencia.
Y yergues las murallas puras de la sonrisa,
esa viva alcazaba rociada de laúdes.



Gráciles tus dos manos se enlazan en mi nuca

y ofrendas encendidos tus ojos a los míos.

Tu mirada se expande como agua de fuego;

es oleaje de sueño, de fragor y de llama.



Y te inclinas mirando cómo quererte exalta,

cómo es amarte oficio de aurorales tinieblas,

de difuntas desdichas y plegarias de nubes

que imitan los recuerdos en lenta travesía.



Puedo morder el fruto, la luz en la anchurosa

carnación de tu boca como un pozo de cielo,

dulce infierno habitado de hielos venenosos,

de estrellas condenadas a los oscuros besos.



jueves, 24 de enero de 2008

Si en mis palabras solamente



Si en mis palabras solamente
pudiera capturar la luz, la imagen
que tus ojos me entregan al mirarme,
si supiera, en palabras,
reproducir el nido de tus labios
que lanzan tus palabras, como pájaros
deseosos de vuelo y de caricia,
sería entonces,
si pudiera apresar en las palabras
tu mirada de estrella,
o incluso tu silencio, o tu sonrisa,
sería, se me ocurre,
Dios vuelto del revés,
que de tu cuerpo
regresa a la palabra poderosa.
Sentiría, de repente,
el sabor de tu boca en la palabra,
el resplandor de tus ojos al nombrarte.
Y vería luego
que era bueno
devolverte a mi voz inmortalmente.
Y gozaría, sí,
golosamente,
la dulce eternidad, la gloria,
el eco inacabable de decirte.






Para escuchar el poema

martes, 22 de enero de 2008

Escribí estas palabras


Escribí estas palabras para darte
el sonido de labios que besaron,
que buscaron el fondo de la boca
frutalmente deseada y carnalmente.


Quise que se extendieran como brotes
por tu piel erizada los recuerdos
de primaveras claras y obstinadas
a destiempo de ausencias y descuido.


Que inexorablemente
fueran para tus ojos oraciones
que invocaran tu hola enfebrecido,
la dulce niebla fresca de los besos,
el abrazo desnudo y la caricia
de los cuerpos gozosos y extenuados.


Y deseé, sin más, calladamente,
que al llegar al final de la lectura
se entreabrieran tus labios un momento
por buscar este aire que se escapa
encendido y amante de mi pecho.

domingo, 6 de enero de 2008

Otoño: invierno



Una rotunda rosa
de regreso se alhaja en tu sonrisa.
En octubre repueblas
de destellos oscuros
la perezosa sombra de la tarde.

Y aunque las hojas
caedizas desgranan su tristeza,
extiendes de tu boca
el aliento exaltado,
la derramada alegría de tus ojos.

Y ambiciono tus dedos
como serpientes dulces en mi cuerpo,
tus verdeantes sonrisas
como cristal fecundo,
tus besos como lagos navegados.

El invierno apresura
su glacial sinrazón por el recuerdo.
Su cordura aterida
que derrama la nieve
de mortaja menuda y demorada.

Y se pone el silencio
como un sol reducido a cautiverio,
y anochecen palabras
que soñaban despiertas
este amor, su locura infatigable.

jueves, 3 de enero de 2008

Palabras


Las palabras,

copias hambrientas de las cosas,

esas que callan y exhiben

a la memoria

su difuso perfil,

bocado escurridizo.





Ah, las palabras,

trémulo espejismo,

soledad apetente,

flecha sin blanco,

si sedienta de pálpito y de sangre.





Levantan muros

de imaginarias patrias conquistadas,

encastillando sombras,

arquetipos, ideas.





Tejen espinas

que coronan y endiosan.

Y desatan, al fin,

fugitivas siluetas de silencio.

martes, 1 de enero de 2008

Oscuros desposorios


Hay distancias, sonidos,

que trepan por el angosto sur de las heridas.

Marcan su tácita frontera, vierten

la regalada sal de los indultos

que intercambian la muerte y su conciencia.




Y es entonces,

en el momento limpio del recuerdo,

como un corte preciso,

cuando nocturnamente

y silenciosamente

la desolada luz me invade:

los esponsales clandestinos

para la eternidad de los silencios.




Recordarás tal vez la hermosura

de palabras sedientas que teñían

su negro trazo de promesa,

perpetuidad imaginada,

sobre la espalda blanca de la noche.




Y que distan ahora de nosotros,

cicatrices calladas de memoria,

salobremente hundidas en el tiempo

como en un mar de muertes retenidas.