martes, 30 de septiembre de 2008

Por dentro de tu voz


Por dentro de tu voz, por interiores
desnudos de sabor precipitado,
por el oscuro azar de los olores
que rebosa tu cuerpo derramado,

voy arando minutos y temblores,
certidumbres de amor ambicionado,
surcos de pluma y luz, porque demores
el placer, de tu carne desgajado.

¡Ay qué viento de espumas y de vidas
se desata en las bocas y devora
la cumbre derrumbada en mil heridas!

¡Ay qué brillo de nieve retadora,
como un nido de nubes detenidas,
por tus ojos se extiende y aun se dora!


De tu boca

    
 
Es de tu boca ahora
el espacio, el aroma
la quietud dibujada, o el silencio.
De tu boca.

Puedo escribir sabor, o fruto,
barro encarnado en sombra dulce,
no es difícil decirlo,  recobro entonces
la habitación oscura, los labios mismos
embriagados.

Todo es de tu boca. Todo
lo que escribo; cómo trepa,
cómo se enreda en labio 
la memoria
ávida de palabras y de cumbre,
ávida 
de tu boca.


 

domingo, 28 de septiembre de 2008

Confesión

Hay en la confesión algo impredecible,
un dulce exceso de sangrado
cuando se abre
la herida desbocada de la sinceridad,
de la franqueza. Hay dolor y hay alivio,
y se espantan las aves oscuras
que devoraban a picotazos
las vísceras crecientes. No es que los dioses
nos permitan ahora
ser transparentes, fluidos como agua,
sino que a veces se toman un descanso
y dejan que los frutos de la vida,
su pulpa de frescor rebosante
se deshaga, lentamente,
en las mortales bocas. Quizá solo pretenden
que se redoble luego
la aguda estría del dolor sobre las horas,
sobre la carne viva
de los deseos oscuros.
 

jueves, 25 de septiembre de 2008

Por qué vuelves

No es explicable, no entiendo por qué vuelves. Por qué desde detrás de la memoria, con esa nocturna terquedad de lobo, siempre al acecho discreto, tu imagen viene a mí, tu cuerpo y tu placer y tu olvido, cada vez que el abrazo o el silencio se ahondan, fuera de mí o en mi interior, suavemente, lentamente, hasta alcanzar el fondo del dolor y del regreso, el brillo oscuro de la vida que sobre sí misma se dobla, para hurtarse al tiempo, a su baile mecánico y vacío. 

Hace ya tanto, tanto que no sé de ti, ni me toca tu palabra, ni la espera de verte ni de hablarte. Nada hunde en el día la herida hermosa del instante rescatado, exprimido en el alma como un fruto lleno que demora su pulpa entre los dedos mientras derrama todo el placer acumulado, toda la líquida pasión, que se preserva y luego se derrocha. Hace ya tanto, que no entiendo por qué de nuevo este rasgado dolor, esta cortina de bruma y de lluvia me rodea de ausencia y de recuerdo. Y no es la luz, no es la vida, no eres tú, sino tu doble oscuro, tu inerte réplica llena solo de mí y de lejanía, lo que me ahoga y me seduce. Dónde estás, dónde tus ojos desnudos, tu cuerpo, tu voz, tu latido. Tu sonrisa. 

Pero escribo en el agua, en su rostro fugitivo y tembloroso. Qué vale entonces cada letra, cada palabra, cada eléctrica chispa de recuerdo, si no puedes saber, no lees, si nada sé de ti, por más que pretender olvidarte es desprenderme de mí mismo. Por qué vuelves, por qué decir tu nombre apenas en los labios, sin el espacio lleno de sonido, sólo como un murmullo negro, desechado.

martes, 23 de septiembre de 2008

Subir hasta la espuma...

Subir hasta la espuma, hasta la llama,
hasta el cauce habitable de tu boca,
y de aliento colmarte y de gemidos
como espejos de sombra derramada;


enhebrar en la voz el hilo atento
de palabras de seda minuciosa,
que por dentro te tejan una herida,
una fuente de luz, profunda y terca;


recorrer los caminos de tu cuerpo,
con la codicia táctil de mis manos...
Y beber hasta el fondo de los tiempos


la espesura de vientos prisioneros,
el frutal cautiverio de tus labios,
la ingravidez oscura que rebosas.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Por qué, dime

Desbastar el silencio y encontrar
solamente 
un espacio de huella, un molde
áspero de esperanza. 
 
Tal vez no sea ya mi vida
otra cosa que agenda, calendario,
sucesión de minutos, de presentes
prefijados y secos. Por qué entonces.

Por qué motivo tu recuerdo,
tu cuerpo claro, tu boca y tu deseo
de alcanzar el placer me asfixia ahora,
y de noche me inunda
por dentro de los ojos y los sueños.
 
Si es ya solo de sal la carne inmóvil,
si no siento tus manos
enredadas
en las mías tan terca y vorazmente.

Por qué vuelves, persistes,
y te bebes el tiempo demacrado
que desvivo de ausencia. Por qué, dime,
en este Hades
me esquivas y desvías
tu mirada callada, tu boca ciega,
que me embriaga
de besos arruinados y vacíos.


martes, 9 de septiembre de 2008

Ven despacio hasta mí

Ven despacio hasta mí, cuerpo de sombra,
despacio, sensación en carne viva.
Vuelvo a verte llegar
precipitadamente
a la bahía calma del abrazo,
y anclar despacio, lentamente,
en el fondo insondable de las bocas:
tan húmeda quietud, tan largo sueño.


Vuelvo a verte llegar y no hay espera
tan espaciosamente llena
como la de otra vez abrir los ojos
saciados de silencio, y empapados
de sonrisa y de luz, después del beso,
para mirarte ahora, tan despacio,
y las pupilas tiemblan
levemente
como barcos al viento de la aurora.


Despacio, sensación en carne viva,
cuerpo de amanecer, ven hasta mí de nuevo,
vuelo dulce, hecho de alas de tu boca,
ángel nocturno, fabricado
de recuerdo y placer, de travesía,
y anida en las palabras,
en la frágil espuma de los labios.


 

lunes, 8 de septiembre de 2008

Detén la brisa

Detén la brisa, amor,
detén su espacio vivo y su amargura,
su caricia arrasada,
su memoria,
su desgastada fuerza y su susurro.

Detén la voz, la suave voz que me rodea,
como una vestidura, y desfallece,
se disuelve en el aire
y se apaga
fértilmente acallada, febrilmente.


Detén el curso, la marea, el movimiento,
detén la vida misma, o bien la muerte
deseada,
que nada quede ya, solo palabras
escritas en los labios,
en las bocas,
en los surcos de amor deshabitado.


viernes, 5 de septiembre de 2008

La música callada (A una exposición de tallas en madera)

Si de pronto, como un pesado fardo, la fatiga
extendiera su sombra
sobre las alas de los astros
tras el cansancio de su tenaz giro
--las invisibles alas con que a veces
imaginamos dotadas las estrellas--,
qué otro refugio encontrarán
mejor que detenerse eterna y
luminosamente,
en los troncos que tu alma
conduce de la muerte hasta una vida
de tácita armonía, viento lento,
destello que se oculta
en la curva prisión de la escultura.
Han labrado tus manos
todo un valle de vivas sepulturas,
de tumbas eternales,
para que faraónica, inmortalmente,
atraviesen los astros
las sombras demoradas,
las largas caravanas de los siglos.
Sus luces clandestinas,
como arañas sedientas,
por dentro de las tallas
tejerán la nocturna red de la memoria,
y nunca olvidarán
ya sus celestes viajes mientras sueñan
la música callada,
durmiendo en la madera enamorada.


 

jueves, 4 de septiembre de 2008

Noche

La oscuridad rugosa,
l
as ásperas prisiones de la luna
espesamente cunden
y mueven
sus sonidos de flor muerta y herrumbre.
Su lúgubre elegía
de ambiciones vacías como heridas,
como bocas de cuevas
o sirenas nocturnas de cargueros.
Es posible
que describas al fondo de estos versos
una luz que adivinas, o pretendes,
una sombra,
promesa de los cuerpos
que te esquivan, a espaldas de tus manos
quebradas, derruidas,
tus manos, que serpean, entre letras
aleatoriamente venenosas.
Y el mar, que eleva
una y otra vez
la rítmica oración, hecha de escombros
y destinos borrados como huellas
de su lengua infinita sobre el tiempo.