martes, 28 de octubre de 2008

De memoria conozco

De memoria conozco cada instante,
cada espacio,
cada sencillo gesto con que abres
los labios si te tiento,
si te conduzco
hasta la exactitud de tu sonrisa.

Sé dibujar tus ojos en mi mente
llenándose de luz, de imagen tensa,
fijos en mí
como en su centro.

Puedo seguir las huellas del recuerdo
hasta el premio escondido, la marea
abundante de espuma
de besarnos. Puedo escribir 'tu boca'
y sin pensarlo,
pasa prácticamente de inmediato,
hasta mis labios sube la palabra
y me inunda de voz callada, estalla
como tu nombre el tiempo y me devuelve
el enredo empapado, la delicia
de tu boca.

De memoria te sigo y te requiero
entre versos y sombras.
No hay otra espera. Otro deseo,
sonrisa o beso que no prenda
su viaje silencioso por tu cuerpo.

martes, 21 de octubre de 2008

Sin reflejo

En todo el tiempo, amor, que nos tuvimos
prisioneros de espera y de palabras
--tantas veces furtivas, otras liberadas
como palomas ágiles--
no recuerdo, es curioso, que un espejo
recogiera la imagen
de tu mano en la mía, las miradas
cruzándose sonrientes
al otro lado del cristal, testigo ausente;
que anotara en silencio
desde una tienda
el dibujo brotado en las aceras
de los cuerpos al beso ya entregados,
--enredaderas súbitas los brazos, oscura
habitación del alma en sueño
la flexible extensión húmeda y grácil
de las bocas. Ahora las calles
de nuestro amor transito ávidamente,
interrogando, 
y es desvarío extraño,
los cristales, las lunas, los espejos,
si tal vez detrás de esa niebla que cubre
densamente el pasado,
una reliquia pueden entregarme,
un segundo de amor 
que fugazmente
me devuelva la espera, la palabra,
el beso, la mirada, 
la sonrisa,
me devuelva la vida
naufragada en las sombras sin reflejo.





sábado, 18 de octubre de 2008

Sueño de hiel

Sueño de hiel, cuchillo de azucena,
barco de herida,
cajón de huraña flor, seca y desnuda,
o refugio de mar terco y hambriento,
cómo nombrar la espera,
pálpito frío y erizado
de ansia y de luz entrecerrada,
sabor de soledad, pan taciturno,
cómo poner palabras
en las manos de un viento anónimo y oscuro,
como banderas rotas,
y la voz, que se pliega y se anochece,
cómo lanzar su sombra renacida,
su dardo de deseo,
cómo decir la piel suavemente
por la secreta escala
se te llena de alcoba y de recuerdo,
cómo pensar siquiera,
si el filo de tu ausencia
en mi sien va cebando tenazmente
su solitaria sed de blanca muerte.

martes, 14 de octubre de 2008

Patria de amar y del deseo

No sé si eres consciente,
siquiera si imaginas,
cuántas veces me pierdo y me desvío
por el azar sinuoso
de tu cabello, mar sin rumbo,
ola de suavidad y de silencio.
Quizá te has dado cuenta,
(a veces me parece estar seguro,
cuando otra vez hallo la forma
de mirarte y de hablar y de decirte
que te quiero
--y me preguntas luego
si es de veras, golosa y ávida
de la insistencia)
y quizá si sonríes es precisamente
porque a tus desnudos ojos
sabes que ahora les confío
la alegre vuelta hasta la playa
al repetirlo,
porque imaginas y hasta anhelas
--con disimulo--
que en los náufragos besos rescatados
toda la sal de lágrima o de ola,
de extravío,
ha de volverse vino locamente,
que te traerá a la boca la memoria,
dulce y recobrada,
tantas veces, (lo sabes, sí, no hay duda ya,
qué tonto he sido),
de la patria de amar y del deseo.

sábado, 11 de octubre de 2008

Tu voz, de nuevo

He oído tu voz... detrás del muro
que separa el pasado del recuerdo.

No sabría decir, reías acaso,
o era un reproche que grababa
su hendidura de sal sobre el momento.

Pruebo a traer del fondo, lentamente,
ese resto de luz, hundido y mudo.

'Sabes que sí', son tus palabras;
no distingo, en cambio,
si era el comienzo

o el final de todo justamente .
¿Importa acaso? He oído tu voz.

Me basta eso.

martes, 7 de octubre de 2008

Ulises, en su lecho de Itaca

Quizá fue solo un sueño. Aunque la sangre
resbalara en tus manos y extendiera
su perfume de sombra espesa. Piensas
ahora, densamente, en la marea
de rostros descarnados, sin memoria,
en sus muecas de angustia y sed oscura.
Si verdaderamente no fue cierto,
si no viste vacío en las miradas,
en las bocas, entonces, dime, Ulises,
si no viste ni el rostro de Tiresias,
dime cómo es posible que tu nave
fondee en el vinoso mar de Itaca.
Que tu esposa rebose con sus labios
tu cuerpo de placer y de deleites.
Y la sangre que impregna
con acre tozudez tu olfato y que el perfume
de Penélope hunde en un vahído
de mortal acidez, ¿no es acaso
el trofeo, el valor de tu venganza?
Has derramado tu simiente
en su cuerpo, maduro y olvidado.
Es ahora cuando empieza el sueño,
palacio de memorias y temblores,
de silencios y sombras movedizas.
Ciegas al cíclope 
de nuevo, sientes su sangre, 
sí, viscosa,
por tus dedos, tensas el arco
y, tantas veces, disparas. Disparas
y oyes,  tantas veces, estertores
de agonía. 
Por qué no fue posible
navegar para siempre entre la espuma
de la mar calma y venturosa,
soñar, definitivamente,
la muerte dulcemente entre las olas,
o entre los brazos, nacarados, de Nausícaa.



Busquemos en tu boca


      
Busquemos en tu boca
aguas de mayo y tiempo demorado,

labio de luz, figura
de dolencia de amor, voz acallada.


Y por tu cuerpo echado
en el lecho de instantes recogidos

qué vendimia de besos
qué sabor de recuerdos deliciosos.


No sabremos si el cielo
nos rebosa por dentro o nos recubre

su desnudez copiosa,
su fulgor azulado y silencioso.


Y al estrechar tus dedos
los míos con tan tensa mansedumbre

¡la soledad se quiebre
en oleajes de pétalo y de vuelo!







domingo, 5 de octubre de 2008

Adagio

En ti se guarda
todo el deseo exhausto que mi cuerpo
puede buscar en sombra

en la memoria.

Por ti se extiende

y se consuma el tiempo prometido,
lejano, y cálido
como tu vientre.


A ti te quiero;
solo el contacto núbil de tu boca

aún me retiene:
reflejo incierto.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Dónde tu nombre

Dónde tu nombre, sí, dónde tu nombre, por qué labios se mece o se agita, extiende su caricia o su roce, su sonido, breve y sencillo como una luz prendida de repente, como una llama que de pronto brilla agudamente, con el rumor preciso de su tiempo luminoso, exacto y simple. Y seguro que viaja, otras veces, seguro que por cables sigilosos, metamorfoseado en chispa apresurada, y luego de nuevo vuelto en sí, junto a tu oído, se refugia como pájaro, arrebujado en seno cálido, familiar, y desde allí busca su eco, busca el perdido hilo de tu sonrisa o tu atención o tal vez tu incomodidad, busca para encontrarte, para amoldarse a ti como un guante entristecido, que solo se llena y exalta cuando la mano acostumbrada lo va despertando de la flacidez, el abandono, el olvido. 

Tu nombre, como el hueco preciso de la almohada, como el contacto tibio sobre la lengua del té, aún humeante. Tu nombre, qué despacio se va vistiendo del sonido hueco del pensamiento, de la suavidad con que el tejido de nombrarte sin decirte recubre tu recuerdo, la leve plenitud imaginada de tu sonrisa, el espacio huérfano de tu cuerpo, cuanto dentro de mí dibuja la mano caprichosa de la memoria. Y es dulce apurar el silencio, afilar su presencia, hasta que por fin sobre ella de nuevo agita tu nombre sus pequeñas alas, derrama en el aire el fulgor íntimo, su diminuto éxtasis, qué breve urna, qué sagrario de forma escasa y viva. Tu nombre, sí, tu nombre.