lunes, 29 de diciembre de 2008

Por qué la muerte

Por qué la muerte nos escupe
su negra espuma de silencio.
Por qué pasa sus manos agrias,
tacto oscuro,
por el espacio claro de tus ojos.
Por qué tiene ese imperio,
esa espera de sangre detenida.
Mírame, sin embargo,
mírame desde arriba, vorazmente,
que se despeñe tu mirada
hecha grito y caída
hasta mis ojos abismados.
Mírame, sin medida,
toca todo mi cuerpo ahora extendido, 
busca en mi boca, lentamente,
la soledad completa del deseo;
mantén de par en par tus ojos 
abiertos como heridas,
y pon nombre a todos los silencios,
los refugios oscuros de las manos,
las espumas,
las ausencias copiosas de la muerte,
las poternas secretas,
pon nombre a las criaturas
del edén neblinoso de los labios,
y qué despojos de vidas seducidas,
qué fúnebres delicias de los cuerpos,
qué postrera sazón de fruta esquiva,
qué cálices para éxtasis jugosos,
qué sepulcro de flores explotadas,
qué palabra, tu voz, llena de boca.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Tu vientre es la memoria

Tu vientre es la memoria
lisa y clara del agua.
El viento en tus caderas
aquieta blancas alas.
Qué cristal sin reflejo
tu sonrisa, qué lágrima
deja caer el Tiempo
por su barba de plata.

Hasta mi voz te llegas,
hasta mi voz pálida,
como bajel de seda
por caminos de agua.

No despiertes, doncella,
de este amor de crisálida,
que es de nube y penumbra,
que es de pluma y de nata.
Que es de sombra y caricia,
tú lo sabes, y callas
y dormida me tejes,
y en silencio me tramas.

Hasta mi voz te llegas,
hasta mi voz pálida,
como labor menuda
toda hilo de Ariadna.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

No he de dejar

Aunque tenga de amor solo el silencio, 
solo el instante lleno de promesa, 
como un fuego sin llama, una marea 
hambrienta de su orilla escurridiza, 
aunque de mi lado estés ausente, 
no he de dejar de amarte, de invadirte
por el paisaje oscuro del recuerdo, 
como un incendio vivo, una crecida 
de oleaje obediente a la mudable luna.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Del otro lado, sin voz y tibiamente

Desde otro lado, sin voz y tibiamente,
voy a decirte, amor, que no es posible,
que no hay olvido tan grande que devore
toda esta luz, esta materia tuya,
todo lo que en mis ojos dibujaste
con el perfil cuidadoso de tu cuerpo.
No puede ser posible, si en las manos
noto aún tu contacto, suave y vivo,
igual que ese calor en las mejillas
cuando nos atenazan, repentinos,
el miedo y el deseo al mismo tiempo.
Seguro que ahora mismo, lo presiento,
tú sientes al leer precisamente
ese rubor que trepa desde el pecho
y florece en el rostro de repente,
como una aurora de pudor que quema
y desliza en la palabra temblorosa
flujos de miel y fuego. Siento en la boca
la memoria vibrante de tu boca,
cada vez que despierto busco ausente
el volumen del sueño fugitivo 
en que de nuevo te abrazo y te deseo. 
Es en la boca, sí, donde te encuentro,
donde revive el sabor y el tiempo mismo
parece que me derrama oscuramente
tu aliento y tu deseo incontrolable
noche tras noche por los labios.
Y así persistes siempre en lo que pienso,
en las palabras que escribo, en las que digo.
No es posible que deje de decirte,
escribirte, pensarte. Bien lo sabes.

martes, 2 de diciembre de 2008

Tu boca

Una densa prisión de aurora y bruma,
un puñal de silencios afilados,
una alcoba de alientos y de espuma,
un humedal de vuelos empapados,

un lento ocaso hecho de pluma,
una niebla de espejos desbocados,
una gacela en celo de su puma
transida y vulnerada por los prados:

daga, celda frutal, garza, paisaje,
todo mora en tu boca embravecida,
poniente, nube, albor, dulce brebaje.

¡Y por cobrar al fin tan alta herida
usé de lazo el beso, su oleaje,
dejando encarcelada allí la vida!