domingo, 30 de noviembre de 2008

Nadie me puede oír

Nadie me puede oír. Subo hasta el viento
con la imperiosa luz de los cristales
bañados por el día enardecido.
Si dispongo de tiempo y de latido,
te volveré a vestir de amaneceres,
de sobriedad de amor que se desmiga
en gemidos y en besos. Si te encuentro
bajo la capa larga de los viajes,
pondré en tus labios todas las heridas
dibujadas de voz imaginaria.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Prisión para tu nombre y tu mirada

Algunas veces, sabes, me propongo
combar tu nombre 
como un mimbre
y que rinda en la voz aprisionado
su brillo tenso y su flexible luz;
y encierro, imaginando, otras,
los resplandores y la brisa
que extiendes, como alas, al mirarme,
dentro de mis palabras, oscuras 
y murmuradas carceleras.

Me da después por condenarlos, reos
de la perpetuidad cautiva
en la escritura,
no sin que oficien luego, sin embargo,
tus vengativos labios de verdugos
que desgranan leyendo ¡qué tortura
de eslabones de fuego derramado!



domingo, 16 de noviembre de 2008

Tu ausencia

¿Sabes que por los labios es tu ausencia
laguna de silencio y de reflejo,
que me sabes a espada y a hondo espejo,
a sequedad de luz y de presencia?

¿Notas que ronda a veces mi querencia
por tus alrededores y que dejo
una zumbido de noche y un cortejo
de aguijones, de vuelo y de apetencia?

¡Qué negra sed de ti pone en mi boca
este enjambre de mieles abatidas,
este oscuro sabor de recordarte!

Y me brota el deseo y me convoca
¡qué dulzura de abejas malheridas,
primavera, memoria de besarte!




miércoles, 12 de noviembre de 2008

Yo conocí en tus ojos

Yo conocí en tus ojos
la exactitud glacial del fuego
prisionero
de lágrimas tejidas
en una red de negras amapolas.

Me mirabas, dibujando
vuelo en el viento y escribías
en la humedad borrosa de mi alma.
Allí se adormecieron
la luz calladamente,
la sombra recostada
en tu febril caligrafía.

Ahora corona su desvelo
esta copa en aliento y en deseo
de tus labios,
de su fruto, su bosque, su oleaje.
Embriágate de ella, 
de miel, de vino, hechizos
en oscuros panales preservados.

¡Si solo te devuelvo
líquida la pureza de tu llama,
recobradas
las alas, libres, de tu voz y de tu nombre!

Regresan a tu boca
alegremente,
como aves a la primavera rebrotada.


domingo, 9 de noviembre de 2008

Podrás decirme no

Podrás decirme no todas las veces
que te busque detrás de los silencios,
de imágenes
rotas, como estatuas.
Podrás decirme no, callando simplemente,
dejando que a tus pies sean un roce
de sal y espuma muerta estas palabras
en el final tendidas de los versos,
--doncella y sueño, soledad y herida--.
Podrás decirme no, será limpia la espera,
como una espada,
o una tarde vacía,
afilada de luz en el crepúsculo.
Y llegará la noche y envolviendo
todo el tiempo, y el mar, en sombra oscura,
podrá decirme no, no queda nada,
solo silencio ya,
descanso simplemente,
memoria derrotada en la escritura,
olvido que se hunde para siempre.


jueves, 6 de noviembre de 2008

Basta sin más que lo desees

Basta, sin más, que lo desees, 
que tus alrededores borres, 
e imagines 
que en tus labios recoges, 
como pájaro herido, 
estas palabras incapaces 
de desplegar las alas, si no sienten 
el aliento que exhalas, la caricia 
de tu boca. Después ya sí,  ya poblarán el viento,
 y encontrarán sin duda 
las invisibles sendas para el vuelo 
desde el cálido nido de tu voz. 
Y posarán su eco 
en los huertos de bocas desveladas 
tan repentinamente 
por el reflejo oscuro de tus ojos, 
el contacto evocado de tus besos, 
la vigilia de luz de tu sonrisa. 
No cesará ya nunca 
su migración eterna y agitada, 
la siembra enamorada del recuerdo, 
para que en torno a ti 
haya por siempre alrededores 
imborrables y bocas que acaricien 
el vuelo inmarcesible de tu boca. 



domingo, 2 de noviembre de 2008

Toda la inmensidad

Toda la inmensidad, todo el espacio
parece que se cobijen en tus párpados
cuando cierras los ojos dulcemente
y anocheces de amor y sueño. Llenas

de sabor y de espejo los recuerdos,
y parece que despoblada me requieras,
y no dejas que vuelen las palabras
por la brisa que nace de tu boca.

Dame solo un momento, ven despacio
de este lado del tiempo y del silencio,
a la orilla escondida y la vigilia,
a la llama incesante de decirte.

Ya volverás después hasta la fuente
de rumores letárgicos y oscuros,
con la memoria ardiente de mis ojos,
con los versos prendidos de tus labios.