sábado, 31 de enero de 2009

Regresa, sensación

Regresa, sensación; entre mis dedos
deja otra vez los suyos, tensos y enlazados,
extiende en mis oídos expectantes
el cielo desbordado de gemidos.
Haz que vuelva el espacio, el oleaje
de amar su cuerpo, de ver que tiemblan vivos
los contornos, en tanto se deshace
por fin el tiempo en líquida armonía.
Viértete en las palabras embriagadas,
cólmame nuevamente de sus senos
y de sus labios, impacientes
por mi boca o mis párpados
y que de nuevo mis pupilas
beban como un espejo de su goce.
Regresa, sensación, haz que yo palpe
bajo las vestiduras
de estas voces calladas
todo el placer de entonces,
todo el placer, desnudo y fugitivo.

martes, 27 de enero de 2009

Tropecé con tu voz

Tropecé con tu voz. ¡Qué hielo esquivo, 
qué fría soledad, dulce y sedosa, 
fue tocar en silencio la espaciosa 
evocación del aire redivivo!

Y recordé tus ojos, ese altivo
cielo negro de luz que se rebosa,
cumbre voraz de estrellas ardorosa,
resplandor en alud inquisitivo.

Por la orilla del tiempo voy mendigo,
ya volando palabras en el viento,
ya escribiendo en arena tu figura.

Mas no halla en tu mirada fiel testigo,
no se elevan a lomos de tu aliento,
y me pierdo en la noche más oscura.


 

domingo, 25 de enero de 2009

Instrucciones de lectura

Toma mi soledad, abre su cuerpo,
lee en sus páginas el roce áspero
de envejecido aroma seco.
Te detendrás, especialmente,
en las palabras de mirada esquiva,
cuya amarga ironía
se dibuja en labios
apenas arqueados. Puedes fijarte
asimismo en las gotas
intensamente detenidas,
que no terminan de caer del todo
y hacer su ruido humilde contra el suelo.
Ese estallido vivo
habrás de completarlo tú, con el deseo,
encajándolo cuidadosamente
en el perfil ausente, inacabado,
en el eco algo tosco que sugieren
las rimas desgastadas,
los acentos prohibidos y los ritmos
de pasos más dudosos que precisos.
Es posible que extrañes
las miradas, los gestos,
la niebla
tan dulce de las bocas. Todo eso
puede que esté ya hundido
en la fragancia y el silencio, 
la evocación callada
de la lluvia, manchada por la luz
del beso y el deseo. Todo eso
no lo esperes, entonces, de estos versos.
Has de ponerlo tú
en tus labios... Que digan en voz alta
lo que apenas aquí queda en recuerdo.


miércoles, 21 de enero de 2009

Verte

Verte: es siempre amanecer, 
espacio,
sueño de luz y de silencios,
las miradas que cruzan 
sus promesas
rubricadas, después, 
en los labios.
Acude tu sonrisa 
de la hondura,
de la infancia de hierba y de rocío,
de edificios de arena 
imaginarios.
Y emerge ya gozosa 
por tu boca,
resbalando las olas de recuerdos
por la quietud suave 
de tu pelo. Qué imposible
no asomarse al espejo
cautivo de tus ojos.
Luego, se mece la palabra,
para nadar en ella 
lentamente,
en su paciente, oculta,
espera de los besos.
Verte: es habitar la aurora,
sus abrazos, rosados, modelar
con ojos alfareros
la creación precisa,
la ingravidez alada de tu cuerpo.






martes, 20 de enero de 2009

Una tarde

Llega desde una tarde, tal vez viernes,
tu forma de mirarme, algo asustada,
algo curiosa y, ahora lo sé, puedo decirlo,
llena de luz y de deseo.
Recuerdo mi torpeza, las palabras
vagamente anudadas al silencio,
el ruido de la silla al tropezarme,
mi suficiencia,
falsa, tenaz, adusta. Sin embargo,
bebía con mis ojos de los tuyos,
dulcemente sediento e insaciable,
desmintiendo
cada frase al mirarte, cada gesto
estudiado y fingido. Qué sabores
no ponían tus labios en el aire,
y qué nubes
no escalaba mi mente al desearte
tendida sobre mí, rendida
al intenso gemido, repetido.
Fue un jueves, sí, por la mañana,
cuando, por fin, después de amarte, 
-¿cómo olvidarlo?- me mirabas
libre, gozosa, llena, iluminada.

viernes, 16 de enero de 2009

Por tu cintura...

Por tu cintura
cuánto albedrío
te rebusca la fuente
de viento vivo.

Por tu mirada
qué sol tan alto
pone agujas de fuego
y amor tan largo.

Ay, qué lamento,
si los besos te quito
de los recuerdos.

Ay, qué regalo,
que me dejas el alma
mojada en canto.

domingo, 11 de enero de 2009

Cantos de Orfeo

I


"Imagina el deseo,
cómo abrazar la luz,
besar el viento,
trepar por los instantes
como la sombra, deslizarse
por la quietud suave de tu piel.

Ordenar los apuntes que tu boca
dibujaba en el cuaderno
abierto de mi boca.

Sepultar el cuidado,
la cordura,
secundar al estío en la presencia
calurosa del día imperativo.

Cubrir tu cuerpo
con los brazos del viento,
los labios de la luz, las vestiduras
que amortajan el sueño y te recobran
mujer para el amor en carne viva."

Eurídice soñaba, sin embargo,
por la estela de seda del veneno,
un rumbo de crisálidas y olvido.
Por dentro de sus ojos
cerrados y desnudos
apenas era sombra el beso. Y qué hermosas,
oscuramente hermosas,
las riberas de Aqueronte,
florecidas de lotos.


II

Acaso el rastro solo,
la carencia
que transmite el vacío de una huella,
la mitad siempre oculta de la vida,
era cuanto buscabas en el Hades.
Conquistar, no su cuerpo,
esclavo lacio del olvido,
sino los límites esquivos
que la ausencia,
borrada de recuerdos y de alma,
prometía a tus sedientos ojos
no de amor, ni de vida,
sino del rostro de la muerte.
Un temblor de pavor y de deseo
enredaba tus dedos en las cuerdas,
ahogaba tu voz
cuando miraste.
Y ese instante
te heló la garganta
y la memoria misma. Las palabras
que brotaron entonces te cegaron
con el don extenuante
de la agonía, versos turbios y densos
como un oscuro océano de sangre.
Sentías en los labios
la miel reseca de su boca,
embriagado de amor
y de la sombra,
ahora que ya no eras otra cosa
que la imagen lasciva de su huella.

Traigo de otro espacio mío estos poemas, de hace ya algún tiempo, quizá porque en este momento me parecen especialmente en armonía con ciertos sentimientos, aun en una leyenda ajena entretejidos.

sábado, 10 de enero de 2009

Altar

Sobre tus ojos,
qué calor puedo construir, qué altar, 
incendio
erizado de voces y de oros,
de columnas en espiral delirio ausente.
Bajo tus ojos,
vive la flor oscura, sed de fuego,
delicia curva, humilde, fresca.
Dentro de mí,
la sombra y espesura de quererte,
el espacio y cristal de las palabras,
de su sonido claro,
su reflejo
infinito.
Sabes que me despiertas en las venas
caballos de aurorales desmesuras,
azahares y menta, 
que en mi boca
pones, como la luna, una marea,
memoria de tus labios,
que crece a bocanadas y devuelve
náufragos los besos,
las miradas,
como espejos que estallan
en luz de adoración multiplicada.

miércoles, 7 de enero de 2009

Herirá nuestros ojos

La luz con que la muerte
herirá nuestros ojos --antes los míos,
no sabré de tu fin como no supe
de tu nacimiento, cuando el velo
de no ser se rasgó en tu primer llanto--
quebrará la distancia, 
colmará el tiempo
y unirá, en un resplandor de nieve,
todo relámpago de abrazo,
toda la suavidad y el sigilo de los besos,
la brevedad precisa de decirte
te quiero y de esperar que surja
el eco pleno de tus labios.
Herirá nuestros ojos 
tanta luz, entonces,
que surgirá del agua
inmóvil del último recuerdo
toda la eternidad posible, fugitiva,
el momento preciso, la figura
de los cuerpos amantes
como dioses mortales. Se hundirán despacio
en las negruzcas simas del olvido,
cuando el aliento
nos abandone por fin. Solo un destello,
una imagen, un espejismo claro
redimirá un instante
esta penumbra de recuerdo,
esta deshabitada llama de tu ausencia.

viernes, 2 de enero de 2009

Palabras entregadas

Sigues aquí, de este lado del tiempo. Tantas veces tu nombre brilla en mi boca, hunde su huella sobre la nieve del sueño, hace emerger la caricia de despertar imaginándote, entreviéndote, el abrazo desvanecido del deseo, tantas veces, sí, que no acierto a saber de mí más allá de tu cuerpo, fuera de tu presencia, de la habitable sombra que proyectas, del agua fresca con que mojas la sed del alma. Escribo a tientas, busco el sonido apagado de los vocablos, su huidiza superficie, palpo en los labios todo el sabor ausente que regalan, toda la imagen ciega que dibujan. Y cuanto trazo, cuanto pienso y deseo se oculta bajo el contorno vivo con que nombran, bajo la piel suave en que protegen el volumen preciso de tu boca, la curva abundancia de tus senos, el cálido refugio de tu sexo, la inabarcable extensión de tus gemidos, densos de placer y de cumbre. Estás hecha de luz, de mirada infinita, labrada en la materia del resplandor y del destello. Vives en mi interior, como estrella cautiva, como cristal oculto, como promesa esquiva. Y te hallo, y anhelo encarcelarte, busco por tu reflejo la bóveda del firmamento, cumplir con este amor, que en la urna breve de tu nombre pone todos los siempres y los nuncas, toda la plenitud de estas palabras que te entrego, como una ofrenda, como un silencio, como una oración tenue y desnuda.

jueves, 1 de enero de 2009

Epigrama

Un sabor lentamente bosquejado 
por la extensión oscura de mi boca 
deja copos de luz dulce y precisa, 
memoria de tu labio ausente y vivo.