Te amé con el silencio
cabizbajo,
con la mirada tensa y la palabra
de pie y enamorada de tu boca.
Te amé desde la infancia
derribada,
desde la soledad, la melodía
de besar tus recuerdos y tus sueños.
Te amé
como me dio a entender la vida,
el deseo, la muerte avariciosa.
Te amé
porque no quise ser
esclavo siempre,
sino canción, y luz, y llama herida,
cauce de sangre emancipada.
Te amé y te quiero en el espejo
de la memoria rota,
en mis manos que buscan
todavía
la nube de tu piel amanecida.
Te quiero y te deseo,
y te requiero
a las aladas almas de las rosas,
a la improbable aurora
desposada en las bocas dulcemente.