lunes, 28 de septiembre de 2009

Quise toda tu luz

Quise toda tu luz. Y tú lo sabes.
Una ambición oscura
me quemaba la boca y al besarte
hundía un mar exhausto de deseo
en tu boca,
cristal de sombra dulce.
Quise toda tu piel: crucé los ríos
de tus venas, buscando por tu cuerpo
la ingravidez, la voz y la palabra
derrumbada de gozo en tus gemidos.
Quise toda la vida
en un instante;
sentí el ciego rumor con que la herida
abre suavemente
los labios rojos al sediento filo.
Todo el tiempo de pronto
sabe a niebla,
a la seda lasciva de tus besos,
a la aurora que brota labio adentro,
enredada de estrellas como frutos.

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domingo, 20 de septiembre de 2009

Habla la amada

Ha prendido, mi amor, toda tu fuerza,
como una llamarada,
en el jazmín callado de mi cuerpo.


Y ha entrado en mi boca,
y me ha quemado
la nieve dulce de tu boca.

¡Ay mi cuerpo de nácar,
ay mi boca de menta y de recuerdo!

Pon tus dedos de viento,
sobre la espalda suave
del silencio,
sobre la piel huidiza,
herida en la memoria de tus besos.

Y ponme en las palabras,
la textura sabrosa del recuerdo,
¡que suban a mis ojos
y dejen el reflejo
de tus ojos, mi amor, 
inmensamente abiertos!

¡Ay mi cuerpo de nácar,
ay mi boca de menta y de recuerdo!


martes, 15 de septiembre de 2009

La huella del silencio

¿Me dejas, di, que te recuerde
cuando tus ojos
buscaban en los míos el espacio,
el lugar necesario
donde ocultar el tiempo,
su marea voraz, rítmica,
altiva?
¿Vas a poner de nuevo
sobre la tarde lenta
las figuras quebradas del recuerdo,
las alas rotas, los agravios,
los cuerpos extraviados
en el oscuro bosque del placer?
Tengo en la boca
grabado el mapa exacto de tus labios
rojos y tersos,
el tacto firme y tenso
de tus pechos.
Y por mi cuerpo
aún la bocanada ciega del deseo
extiende su aleteo
negro y lascivo.
Solo mirarte
bastaría seguro
para dejar ya siempre aniquilada
la rígida altivez, la asfixia,
la huella indescifrable del silencio.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Amarte

Noche es de nieve dulce tu boca;
tu mirada,
hierro candente y hondo que me duele
doblemente por dentro.
Gimes y te rebosas,
vuelo vivo de oscuras pesadumbres
que deslumbran al fin
tu cuerpo 
tenso y pleno.


Astros de niebla densa me embriagan al besarte,
bebo todas las sombras como un vino esquivo
forjado en la tibieza derramada y sedosa.

Calidez rebrotada, angulosos deseos,
el olor afilado de la suave tiniebla
que humedece tu sexo: 
todo en ti se hace espacio,
oleaje de instantes que se agitan y ponen
un sabor de cuchillo y de espuma
que al fin invade de silencio
mi cuerpo
tenso y pleno.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Mi voz

Mi voz recorre en vuelo los caminos
sedienta de tu alma evanescente,
te acecha agazapada en las palabras
que palpitan en sombra y en deseo.

Qué delicia tu boca apresurada
por mi letra callada, sí, qué aurora
en los versos tus ojos, que acarician
suavemente sus alas mensajeras.

Deja que luego busquen en tus labios
la grácil humedad para el regreso,
que los unja de luz tu voz, y el aire
los recubra de ausencia fugitiva.


Y a mi boca se vuelvan fatigados,
victoriosos y dulces como heridas,
y se duerman por fin, como palomas
derretidas de amor en el silencio.

martes, 8 de septiembre de 2009

Te amo, sí

¿Basta sin más con que te diga
que te amo? ¿O es que es preciso
acumular palabras
como escombros,
trenzar metáforas, sonidos,
versos que se te enreden en la boca
y traigan esa antigua huella
de un cierto aturdimiento dulce
en que la lengua
evoca el trazo oscuro,
dudosamente,
el mapa ciego de tus dientes
y tus labios? Y sin embargo,
no sé callarme, no, no sé callarme,
y una y otra vez te dejo escritos
escombros, versos, huellas, mapas,
la ruina suave del recuerdo,
la medida canción de la memoria,
la evocación del beso hecho herida,
cartografía
de tanto amar, de tanto amarte, sí,
de este modo exhaustivo de quererte.

jueves, 3 de septiembre de 2009

El sueño del deseo

El sueño espeso del deseo,
la vestidura blanca del olvido,
sus ojos, vacíos y hondos,
todo lo deposito
en el umbral incierto del silencio,
y busco
la humedad impaciente,
la soledad espaciosa de tu boca.
Como aves antiguas
las palabras se mojan
tibiamente en tus labios,
y enseguida
alzan de nuevo un vuelo
oscuro en las moradas
secretas de tus ojos. 
Dónde pondrán sus cuerpos
pequeños y lascivos,
alados y precisos,
en qué lecho ansiarán
el temblor
dulce, la llama fría,
los labios resecos
de la muerte.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Qué despacio

Qué despacio mis ojos por tu cuerpo
buscan un viento helado, una locura
de pájaros huidos, de minutos
mansamente dormidos sin memoria.


Con cuánta soledad tu movimiento
me encadena en el fuego de mirarte,
en la prisión oculta y codiciosa
del deseo de ti, sedoso y vivo.


Ah, por dónde alcanzar tu boca esquiva,
por qué espacio volar hasta tus ojos,
por qué cielos traidores y nocturnos,
por qué ocasos malditos y qué lunas.