miércoles, 23 de marzo de 2011

Nada puede el olvido

Nada puede el olvido,
sus manos oscuras,
su negra luz,
su  terso manto.
Vuelve siempre
el filo de tu voz,
tus de veras, tu sonrisa,
tu abrazo.
Vuelve el recuerdo,
se acuclilla, menudo,
en tu nombre, ese pájaro
de alas tan pequeñas.
A veces, seguro que imaginas,
rebusco en los bolsillos,
remuevo en el silencio seco
de su fondo. Y te encuentro
rozando
la soledad de mis dedos,
mirándome, luego,
desde el espejo que dibujan
habitado de ti
los ojos interiores.
Y bebo las palabras
leídas de tu boca:
de veras que me quieres,
me preguntas.
Y sonríes de nuevo,
eternamente.