miércoles, 4 de noviembre de 2009

Aroma de deseo

Este aroma de viento agradecido,
esta sal que relumbra geometría,
esta negra canción,
este recuerdo,
este gato que araña amaneceres,
esta herida de amar que suma y sigue.


Todo lo llenas tú,
reina de barro,
carne de cama oscura, dulce niebla...
Todo el mar en tu boca; 
denso oleaje
de tu cuerpo en la piel de la memoria.
Todo lo llenas... Di, qué sueños bebes,
dónde se abre la cueva de tus labios,
en qué noche tu luz
se ha sepultado,
di, vida,  dónde te escondes
y traspones.


Buscaremos abismos,
la lluvia, el ala lenta a ras de cielo,
los dulces pasos
de la felina mansedumbre;
no temerás las fieras,
y pasaremos fuertes y fronteras.

Y seremos, princesa, para siempre
esta sombra de estrella amanecida,
este gozo de cuerpos enredados,
esta boca de muerte deliciosa,
este olor de deseo derramado.

4 comentarios:

  1. Este poema es precioso, brillante, rotundo, de esos tuyos que a mí me gustan. Leerte me ha ayudado a dar vigor a mis poemas. Eso sí, creo que la última estrofa es, precisamente, la que me gusta menos. Si el poema acabase con ese verso de san Juan, sería redondo. Pero, en fin, es sólo una opinión.

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  2. Comparto la opinión de tu anterior comentarista, es brillante y fresco, un poema que va derramando ese aroma, ese perfume mágico que es el deseo, dejando a su paso, una estela de sabores a piel con piel, a frescura de manantial de sexo.
    Un besote, Ben. ^^
    Anabel.

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  3. Me encanta el final, bueno y el principio.

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  4. Gracias, a los tres. Tendremos que seguir escribiendo, qué remedio.

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