domingo, 9 de diciembre de 2007

Carta y recuerdo

Recordarás tal vez la búsqueda, el lugar; café, y té, y mirarnos a los ojos. Vendrán, entonces, las sonrisas, como barcos que arriban a puertos extrañados, y extienden su perfil majestuoso, acompasado por el
leve oleaje de la boca. Y saciarás ahora la vista, al perderla en la ventana, indiferentemente acostumbrada a su paisaje laborable. Repararás
en las nubes, que redimen, que cabalgan lejanas desde el cielo, jinetes puros de blandura y de sueño. En la holgura extendida del horizonte podrás
entonces aventurar los ojos, vagabundos, sigilosos, descuidados. Y evocar las palabras que decías, afilado perfil, herida de placer, imborrable luz, apasionada forma de tu gesto. La hospitalaria y flexible caricia de las bocas. Humedad demorada, dulce asfixia, enjaulada inquietud de la impaciencia que serpentea en los enamorados labios.


Y no podrás desembocar sino en la dicha de amor, en el panal donde apresamos la miel, el vuelo, la peregrina búsqueda del polen. No podrás evocar sino la vida, el canto, la forma como los cuerpos
buscaban sus propias almas, inquilinas del ser avariciosamente amado. Y seguirán buscando, para siempre, para siempre. Aun después de haber
hallado. Y perdido. Buscarán. Siempre.

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