Devastada presencia
de azucarados temblores se disuelve
en el magma aquietado del recuerdo.
Y las flores como bocas se cierran
sobre la tierra enjutas
sobre la arena marchitas débilmente.
Palabras surtidores las sirenas
del amor derribado sobre escarcha
licuan su aurora gélida,
su costumbre vertida en los desagües
hasta la honda entraña de la Tierra.
Y tu pie, la blancura callada,
cubre flexiblemente al viento enmudecido,
al tácito rumor de las mareas
que me invaden con aguas de deseo
con salobres ahogos demorados.
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