lunes, 14 de julio de 2008

Venimos de la muerte

Venimos de la muerte,
de la caricia seca de la nada.
Su boca besa la esperanza:
labio de arena ciega, mirada
de óxido inerte. Hechizados,
damos pasos que rasgan
el manto del silencio.
Se exalta
la sombra en la cintura de la estrella,
en el tacto jugoso de la luz:
la vibración precisa,
la flecha que devora
anhelos de humedad, de pálpito,
palabras que rebosan como heridas...
En la ciénaga espesa
de haber amado se condensa
la ruina desnuda de los besos.
Para llegar de nuevo
a las orillas
ávidas y oscuras,
al oleaje mohoso del olvido.

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