sábado, 28 de junio de 2008

No quisiste contener la sombra

No quisiste contener la sombra, su espacio creciente, negro, espeso, su avance de seducción lenta y oscura, como un lecho de niebla y de silencio. Y tuve que recorrer con mis manos tu cuerpo recordado, convertido en volumen mudo, rescatado y cubierto, piadosamente, por el sudario explícito de la palabra seca, escrita, diluida. Y fue beber de ti, como de un manantial de tiempo exhausto, de cansancio vencido y envuelto en descuido y flacidez, beber de la laxa sucesión de piel, de la adoración y la ausencia, de la memoria bordada en el tejido huidizo de la tarde.

Qué importa ahora si a tientas busco tu voz, la forma de invadir instantes, el camino. Qué sentido puede ocultar el encuentro, la vibración, el salto. No es sino vacío esta busca. Imposible en cambio evitarla, extraer de la huella el contacto, de la evocación el cuerpo, su evidencia palpable y fructífera. No quisiste. No queda nada.

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