sábado, 21 de junio de 2008

Bajo tus ojos

Bajo tus ojos, ah, por qué la fuerza
del hierro fértil o la espada herida,
bajo tus ojos, lago oscuro,
por qué el cobijo
de la nieve, por qué de tanta aurora,
como una inmensidad,
la tierra viva
erigida en la sed más cristalina.

Por qué por dentro de tus ojos
gacelas codiciosas
de mimo y sal y viento adormecido,
por qué así giras en mis manos
como barro de luz en esta lucha
cerámica y precisa.


En la vendimia enamorada
de tu cuerpo
recojo de tu voz bruscos alientos
como racimos de llamas, como estrellas.

Por qué memoria de la carne,
por qué la piel y la palabra,
va a ser aquí
por dentro de este tiempo vaciado
que de nuevo en los gemidos
se impregnen de placer,
que nos amemos largamente
encadenadas nuestras manos
en la prisión de bocas y de sexos,
por qué, bajo este nunca de fuego y este siempre,
hasta el silencio
oscuro y eterno de mirarnos.


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