Dame a probar la estrella que rebosa,
resplandor que te estalla en labio y sueño,
dame la espuma herida, alada ola,
la dulce niebla densa de besarte.
Pon desnudo el azar en sed de fuego,
a flor de oscura luz tu boca viva,
pon la muerte a dormir en la isla negra,
donde olvidan las bocas derribadas.
Y qué delicia tu voz cegada en besos,
qué desnudo tu amor, tu cuerpo claro,
qué palabra el silencio, pues me miras.
No deshagas mi voz, callada a tientas,
y que trepe este verso que te nombra,
y relumbre en tus labios mi deseo.
Qué placer, amigo Benjamín, pasar por aquí, siempre, y leer estos versos con tanta fuerza. Hoy me gustó especialmente ese "qué palabra el silencio, pues me miras."
ResponderEliminarUn abrazo.