martes, 4 de agosto de 2009

Sendero de mis labios

Tu boca sabe, amada, a hierro y vida
y trae encadenado a mi memoria 
el aliento cautivo
de las bocas que amaste hasta mi boca.
Por tu piel se reaviva
el fuego prisionero
que ajenas manos te prendieron
en tus senos rotundos,
desbordantes de luz palpable y tensa.
En tu vientre me sacias de blancura
y deseo  y renacen las primicias
de la dulce espesura de la muerte.
Y en tu sexo --fuerte y áspero vino--
se vuelve a derramar
gozosamente
la niebla densa
de racimos de estrellas fugitivas.

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