martes, 27 de noviembre de 2007

Esperabas

Supe que los cristales macerarían en el interior de los sueños
que adquirirían la textura rojiza y suave, húmeda e hinchada
de los labios encaramados en la enredadera infinita del beso.
Entre la oscuridad apacentabas los silencios como un rebaño de frutos
escogidos, maduros o dulces... Y esperabas
pacientemente sus sordos balidos placenteros, el reflejo
con que el eco regurgita la imagen rumiada en su plano horizonte.
Esperabas y era solo el sostenido rumor apagado, la caricia sumergida,
era únicamente la placidez mate del vacío dubitativo y acolchado.
El tacto de la bruma con esquirlas y sorpresa de rocío clandestino.
Y no pudimos
extender la guirnalda trenzada de los dedos enlazados,
pájaros que agonizan su placer oscuro agitando las póstumas alas.

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