jueves, 9 de julio de 2009

Plegaria de discípulo

Ah, tu boca, palacio de la hondura,
reino de la humedad dulce y precisa,
no sé negarte con palabras negras
pues la luz de besarte me desborda.


Pon de nuevo en mis labios el silencio
incendiado de golpe en tu saliva,
fuego griego de menta naufragada,
niebla densa de llama y de gemido.


Por el oscuro torso de la noche
trepa la sombra y busco traicionarte
con un beso de sal en la mejilla.


Pero grito tu nombre y calla el gallo,
y voy preso al calvario de abrazarte,
de morir en la cruz de tu memoria.

1 comentario:

  1. Me encanta este soneto, que recuerda un poco a los oscuros, con esas imágenes evangélicas tan bien puestas. Me voy a poner a escribir.

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