El sueño espeso del deseo,
la vestidura blanca del olvido,
sus ojos, vacíos y hondos,
todo lo deposito
en el umbral incierto del silencio,
y busco
la humedad impaciente,
la soledad espaciosa de tu boca.
Como aves antiguas
las palabras se mojan
tibiamente en tus labios,
y enseguida
alzan de nuevo un vuelo
oscuro en las moradas
secretas de tus ojos.
Dónde pondrán sus cuerpos
pequeños y lascivos,
alados y precisos,
en qué lecho ansiarán
el temblor
dulce, la llama fría,
los labios resecos
de la muerte.
Siempre esa sensación de volver a casa cuando entro en tu blog. Por esa paz que me transmiten tus palabras... Me siguen encantando. Gracias por seguir en la Coctelera.
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Siempre tan amable. Y claro que esta es tu casa. Y espero que sabrás comprender --seguro-- si algunas veces me separo del modo habitual y emprendo caminos diversos.
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