El perfume de sal ceremonioso,
la reverencia amable de la brisa...
Saboreo el recuerdo, pues el tiempo
ya no eleva exigente su mirada.
Deseo cada sombra y cada eco
con avidez exhausta de agonía,
cada gesto de labios entreabiertos
lentamente acercándose a mi boca.
Y ese tenso placer en que culmina
el ascenso exaltado y donde el cielo
se derrumba en las manos dulcemente.
Ese olor de silencio y de gemido,
esa espada de nube embravecida,
ese fuego de auroras rebosadas.
Qué si no a veces nos queda sino es saborear esos recuerdos....
ResponderEliminarEs preciosa.
Un besote.
Anabel.
Saboreamos los recuerdos y nos aferramos a ellos aunque algunas veces no nos hagan bien...
ResponderEliminarMuy bonita, Benjamín.
Abrazos!