Dame el pan este día, que me invades
con el hambre amplia y tierna del deseo.
Precipita mi alma en la crecida
ansiedad de ese vino, puro y vivo.
Te requiero en los labios, en las manos,
en plegarias de besos y caricias.
En memorias de amor, desembocadas
en la forma desnuda de tus senos.
Qué derrumbe de miedos y techumbres...
Monasterios de salmos y liturgias
derruidos en rezos arruinados.
Qué maitines tus ojos encendidos,
qué lectura tu voz, qué eucaristía,
ah, tu cuerpo de harina enamorada.
Precioso, Ben.
ResponderEliminarUn besote.
Anabel.
Una verdadera Comunión de almas . El pan , el amor que nos da vida y encuentra en el amanecer los cuerpos desmayados de placer de los amantes .
ResponderEliminarRosna