Los minutos reposan, princesita, en tus manos
esculpidas por dioses que te sueñan despiertos.
Con tus ojos cincelas mi agonía y sus pasos,
con la cruz de tu amor en que sufro y me muero.
Me muero y resucito como un dios incendiado,
como un Eros de sombras que reluce y de nuevo
en tus párpados vierte el amor obstinado
y atraviesa con dardos, tan dorados, tu pecho...
Y si luego en tu boca, princesita, te beso,
con mi boca exaltada, nuestros ojos sellados,
duermo y muero de amores como un loco confeso.
Como un mártir de luces, en ti crucificado;
En ti, de vinos dulces y vinagres sediento...
Y te entrego mi alma, consumada, en silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario