Ya la sed me provoca al placer de tu boca
ambicionan mis ojos tu agonía dulcísima;
y quisiera morirse en la alcoba del viento,
por amor consumida, desbocada, mi alma.
Voy segando los brotes del recuerdo con manos
que son hoces carnívoras de apetitos ebúrneos.
Y retienen los labios las palabras de fuego
que hasta ayer susurraban su incendiada plegaria.
Muero umbrío de penas y añorándote vivo
como un juez exiliado entre togas raídas,
como un lobo sin dientes cuyo aullido es el agua
que se enquista en la tierra y su arroyo no halla.
¡Cuándo habrás de saciarme, de morir en mis ojos,
de velarme, si expiro desairado en cenizas!
¡Eclosión de memorias, lenguas que arden y buscan,
veredictos que manan y en mi amor desembocan!
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