domingo, 17 de junio de 2007

Recuerdo de tu boca


Siluetas, amarguras,

figuras descarnadas,

el cielo ennegrecido,

fríos relámpagos:

nocturna firma de la muerte.


Todo llena tu ausencia:

la soledad, insomne y penitente.

Recuerdos que se arrastran

por el fangoso territorio del olvido,

y piden

con mano temblorosa

el cáliz y la cruz en que clavarse.


Sed siento de tus ojos asesinos:

las negras aguas bebo

del silencio,

tragos de oscuridad, sombra reseca.

Los decrépitos pétalos marchitos

se adhieren a mi boca.


Y ansío hurgar en ciertos abandonos,

excavar los palacios derrumbados,

restaurar el perímetro del beso,

el recinto habitado de humedades,

de gorjeos y lenguas lujuriosas.


Palidece,

amarillea el alma desangrada.


Tus labios, extraviados. Victoriosa

encarnación frutal y apasionada,

como dulces augurios,

como cuerpos que tensos se dilatan.

2 comentarios:

  1. ¡¡Hola!! muy bueno el poema, me ha encantado leerlo. Escribes muy bien.
    Si quieres pásate por mi msn space, que aunque no sea blog, tiene escritos formales.

    ¡Un saludo, a cuidarse!

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  2. antes de nacer ya te veía
    venir por mi camino.
    Hay olas que ancen siendo olas
    y las olas que nacen siendo espinas.

    Había lugares prefijados
    donde ibas a arañarme con tus besos;
    plantado el árbol
    del leño de la hoguera. irremediablemente.

    No hubieron quejidos nuevos,
    vibraban en el éter de los tiempos.
    La sombra de dos cuerpos
    ya estabab allí;
    sólo dimos vida a algo tan inerte.
    Exacto espacio.
    Exacto tiempo.
    Tenía que ser.
    Dos amores formábanse en dos úteros:
    Úteros longevos. Adán y Eva.

    No fueron fabricados corazones en vano;
    el fuego vulcaniza el viento,
    las playas no son mesa coincidencia,
    la brisa se transforma en monte,
    ay, si no fuera así, irremediablemente.

    Tu venir a mi
    Tu huir de mí.
    Somos dos seres atados por los siglos.
    Un manantial no tiene conciencia. Tampoco el amor.

    El pozo se sacrifica en busca del sediento.
    Los astros hicieorn un silencio en nuestras noches.
    El rayo no enturbió nuestras aguas.

    Quizá éramos imanes de otros polos.
    Pero nacimos el uno para el otro,
    irremediablemente.

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