lunes, 18 de febrero de 2008

Oración

Nos persigue el ayer, la sombra escasa,

la máscara sin rostro,



la mueca vacía y el desprecio.



Contamos, en cambio, aún,



y es un consuelo inexorable,



con toda la muerte por delante,



con la fiel, serena y piadosa Muerte.



Hermana Muerte, envidio tu prestigio



de paciente esperanza y de firmeza.



Quiero rezarte ahora,



alzar el cáliz oscuro de mi voz



como un vino cuajado y perezoso.



Hermana Muerte, bebes la sangre



espesa como lava,



bebes hasta las heces los pecados



que rebosan los vientres insurrectos.



Devoras el ardor de las palabras



asfixiadas, abatidas,



de todas las plegarias que consumes.



El dulce licor de nuestra vida



te emborracha felizmente;



y roncas satisfecha, como un cíclope



en tu cueva de sombra ineluctable.



Hermana Muerte, te ruego humildemente



que permitas que cargue todavía



el arma de fuego de esta vida.



Que escupa los deseos, proyectiles



de trayectoria sorda y venenosa,



que reviente la tripa del pasado,



del obeso pasado, renqueante,



monstruo de soledad infatuada.



No te olvides que siempre



reservé mi existencia para darte



tu alimento tan justo y necesario.



Que soy tu siervo y vivo



solo para besar en la agonía



tu boca de negrura decisiva.







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