Tu Luz, para nacer, al viento agita
sus amplias alamedas de recuerdos,
como brotes sagrados de memorias,
de evocaciones blancas y constantes.
Tu cuerpo, como llanto amanecido,
como risa de almenas encumbradas,
en el aire se esgrime, sol de espada,
lanza de azules y sedientas bocas.
Qué ambiciones de besos y de sombras
en mis ojos enciendes, codiciosos
de tus labios hambrientos de presencia.
Y qué dulce y qué grácilmente alientas
resurrecciones, glorias, firmamentos,
vidas de encarnaciones amorosas.
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