lunes, 14 de mayo de 2007

Ahora

Respiro ahora
con el rojizo olor de herrumbres y de sombras
adherido a los ojos.

Extiendo
los pasos y pregunto,
calladamente,
por la constelación de la alegría,
su delicioso resplandor, su gloria pasajera,
la monstruosa dentellada azul con que los cielos
han devorado su brillo paradójico.

No creo ya que las puertas
prometan ni prohíban;
solamente recubren, lo sé, lo espero,
vacíos contagiosos,
nadas,
reliquias de los sueños,
mandíbulas resecas en la arena.

No hay misterio, pasión, pálpito, origen;
respiro,
nada más.
Es óxido el aire,
el paso, presagiado y degenerativo.

Ser. Sin más.
La trayectoria, seca, precisa.
La mirada ya no extrae: confirma y sella.

Se aplaza cuanto ansío,
formalmente:
como un certificado,
como una agonía desahuciada.




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