lunes, 21 de mayo de 2007

Sueños de hierro

Sube al espacio silencioso de los ídolos de barro
la imagen de los cuerpos que se aman
tejida en tapices de sombras
de inconsistentes angustias que ahogan los recuerdos
fotografiados por diabólicas manos de lluvia y de ciénaga.

Cubren los muertos sudarios de óxido agrietado y oscuro
como sangre reseca que atrapa y que fija
los sepulcros imborrables y su cortejo de muerte administrada
de actas selladas y constantes
con que los cadáveres exaltan su condición silente.

Y narran los espíritus su salmodia interminable
de epitafios verbosos y amplificados
decibelios de ostentosa factura y prosapia
que enredan y amortajan corazones incautos.

Dónde podré hallar laberintos de flores
jardines y vergeles donde la vida acalle
la pútrida canción de gargantas roncas e hipócritas
blanqueadas por los himnos de obligada escucha.

Nada queda sino amarte, aun entre tumbas de herrumbre
aun fatigado por sermones de breviario y augurio.
Porque eres la vida
el amor y la luz las salvajes amapolas del sueño
la incontrolable
sensanción que despierta mis insomnios de hierro.

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