domingo, 28 de septiembre de 2008

Confesión

Hay en la confesión algo impredecible,
un dulce exceso de sangrado
cuando se abre
la herida desbocada de la sinceridad,
de la franqueza. Hay dolor y hay alivio,
y se espantan las aves oscuras
que devoraban a picotazos
las vísceras crecientes. No es que los dioses
nos permitan ahora
ser transparentes, fluidos como agua,
sino que a veces se toman un descanso
y dejan que los frutos de la vida,
su pulpa de frescor rebosante
se deshaga, lentamente,
en las mortales bocas. Quizá solo pretenden
que se redoble luego
la aguda estría del dolor sobre las horas,
sobre la carne viva
de los deseos oscuros.
 

1 comentario:

  1. Quizás se abra la herida, pero puede que se tenga que abrir para empezar a cicatrizar y cerrase definitivamente. Eso es lo que deseo. Necesito ver horizontes más claros.
    Un abrazo de media hora.

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