viernes, 5 de septiembre de 2008

La música callada (A una exposición de tallas en madera)

Si de pronto, como un pesado fardo, la fatiga
extendiera su sombra
sobre las alas de los astros
tras el cansancio de su tenaz giro
--las invisibles alas con que a veces
imaginamos dotadas las estrellas--,
qué otro refugio encontrarán
mejor que detenerse eterna y
luminosamente,
en los troncos que tu alma
conduce de la muerte hasta una vida
de tácita armonía, viento lento,
destello que se oculta
en la curva prisión de la escultura.
Han labrado tus manos
todo un valle de vivas sepulturas,
de tumbas eternales,
para que faraónica, inmortalmente,
atraviesen los astros
las sombras demoradas,
las largas caravanas de los siglos.
Sus luces clandestinas,
como arañas sedientas,
por dentro de las tallas
tejerán la nocturna red de la memoria,
y nunca olvidarán
ya sus celestes viajes mientras sueñan
la música callada,
durmiendo en la madera enamorada.


 

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