viernes, 2 de enero de 2009

Palabras entregadas

Sigues aquí, de este lado del tiempo. Tantas veces tu nombre brilla en mi boca, hunde su huella sobre la nieve del sueño, hace emerger la caricia de despertar imaginándote, entreviéndote, el abrazo desvanecido del deseo, tantas veces, sí, que no acierto a saber de mí más allá de tu cuerpo, fuera de tu presencia, de la habitable sombra que proyectas, del agua fresca con que mojas la sed del alma. Escribo a tientas, busco el sonido apagado de los vocablos, su huidiza superficie, palpo en los labios todo el sabor ausente que regalan, toda la imagen ciega que dibujan. Y cuanto trazo, cuanto pienso y deseo se oculta bajo el contorno vivo con que nombran, bajo la piel suave en que protegen el volumen preciso de tu boca, la curva abundancia de tus senos, el cálido refugio de tu sexo, la inabarcable extensión de tus gemidos, densos de placer y de cumbre. Estás hecha de luz, de mirada infinita, labrada en la materia del resplandor y del destello. Vives en mi interior, como estrella cautiva, como cristal oculto, como promesa esquiva. Y te hallo, y anhelo encarcelarte, busco por tu reflejo la bóveda del firmamento, cumplir con este amor, que en la urna breve de tu nombre pone todos los siempres y los nuncas, toda la plenitud de estas palabras que te entrego, como una ofrenda, como un silencio, como una oración tenue y desnuda.

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