martes, 27 de enero de 2009

Tropecé con tu voz

Tropecé con tu voz. ¡Qué hielo esquivo, 
qué fría soledad, dulce y sedosa, 
fue tocar en silencio la espaciosa 
evocación del aire redivivo!

Y recordé tus ojos, ese altivo
cielo negro de luz que se rebosa,
cumbre voraz de estrellas ardorosa,
resplandor en alud inquisitivo.

Por la orilla del tiempo voy mendigo,
ya volando palabras en el viento,
ya escribiendo en arena tu figura.

Mas no halla en tu mirada fiel testigo,
no se elevan a lomos de tu aliento,
y me pierdo en la noche más oscura.


 

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