martes, 20 de enero de 2009

Una tarde

Llega desde una tarde, tal vez viernes,
tu forma de mirarme, algo asustada,
algo curiosa y, ahora lo sé, puedo decirlo,
llena de luz y de deseo.
Recuerdo mi torpeza, las palabras
vagamente anudadas al silencio,
el ruido de la silla al tropezarme,
mi suficiencia,
falsa, tenaz, adusta. Sin embargo,
bebía con mis ojos de los tuyos,
dulcemente sediento e insaciable,
desmintiendo
cada frase al mirarte, cada gesto
estudiado y fingido. Qué sabores
no ponían tus labios en el aire,
y qué nubes
no escalaba mi mente al desearte
tendida sobre mí, rendida
al intenso gemido, repetido.
Fue un jueves, sí, por la mañana,
cuando, por fin, después de amarte, 
-¿cómo olvidarlo?- me mirabas
libre, gozosa, llena, iluminada.

3 comentarios:

  1. Unas letras que se clavan como dardos... Gracias por mostrarnos tanta belleza

    ResponderEliminar
  2. Gracias a ti, por sentirla. Desde luego esa belleza que ves está dentro de ti mismo, más que en mis letras. Pero en todo caso rescatarla del olvido es ya todo un privilegio.

    ResponderEliminar
  3. En este poema te muestras más a ras de tierra, con un vrbo más cotidiano, menos alado y, tal vez por eso, más intenso. Las palabras cotidianas se elevan aquí a categoría de poéticas, sin necesidad de acudir a lirismos impostados. Me gusta esta línea de poesía.

    ResponderEliminar