miércoles, 4 de febrero de 2009

Soneto sin arrimo

Qué luz das en la sombra de los días,
qué vuelo en el espacio codicioso,
qué agitación de alas embriagadas,
qué anhelo recogido de tu nido.

Qué labios en la sed de oscuros besos,
qué perfume de voz y de mirada,
qué presencia de ausencia, travesura
de perfil de silencio a flor de boca.

Y qué despacio busco entre palabras
encandilarte a ti, muchacha esquiva,
enredarte en recuerdo y en deseo.

Y besarte, a esta orilla del espejo,
a este lado del tiempo desnortado,
a esta luz de tus ojos que sonríen.

9 comentarios:

  1. te beso una vampira...jajaja hola lo escribiste tu ? ... es hermoso
    chau que este bien

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  2. Todo lo que aquí puedes leer es escrito por mí. No sé si es resultado de besos de criaturas demoníacas (ojalá que así sea), en todo caso espero que esa posibilidad no te aparte de seguir leyendo más cosas.

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  3. Un día tengo que ponerme con un soneto en versos blancos, como éste. No sé si llegaré a esta altura, pero lo intentaré. Me gusta plantearme retos.
    Un abrazo, amigo.

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  4. Qué buenos versos en este blog, qué buen soneto este. Te anoto para volver por aquí. Además, tu nombre coincide con el de mi padre y el de un apócrifo en él inspirado que publiqué hace poco...

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  5. Eres muy amable. Y ya que lo mencionas, vivir bajo la sombra de un apócrifo es una suave ilusión, una incierta ambición. Mis versos, refugiados en heterónimos, como en una embajada, o acaso en un serrallo. Dejando que transcurra su sonido infecundo, su indeciso dibujo de palabras, sin grabarse, nunca, sobre papel tangible y rubricado. ¿Puedes hacerme una biografía, una reseña fingida? El punto está en que sin saber nada de mí has de inventarlo todo. Y si hicieras eso en seco, sin conocer de mí nada real, ¿qué no harías en mojado? Por si las moscas, sigo entre los peñascos de este blog, dado a cabriolas y volatines que te den probada seguridad de mi locura.

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  6. Benjamín Gomollón, sonetista barroco. ¿Qué tal suena? Ya te veo junto a Quevedo, en noches de mujeres, duelos y quebrantos... El único problema es que te tendría que componer yo los sonetos, y no sé si estarían a la altura.

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  7. Seguro que estarían, no a mi altura, sino muy por encima de tan escaso y sobajado vuelo. Que cuando las Musas no quisieran de contino por ventura soplar en tu magín su alado aliento, bien podrías traer de uno destos que aquí puse un verso, otro de acá, y aun de más lejos, y hacer de algunos pocos un mucho de virtud, cuánto más que de tu pluma tomarían cumplido ejemplo de elevación y celestial paseo. Mas no parece prudente que por aquí tratemos por menudo deste disfraz y trampantojo, que ojos habrá que lo columbren y de todo en todo nos destapen la velada hermosura de efigie tal como ya sin duda está tu ingenio componiendo, cubierta de vestiduras y voquibles, tan pintiparados, que no haya más que ver ni desear.

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  8. Este soneto es realmente precioso. Libre de la rima, el soneto es como un canario que de pronto aprende que sabe volar.

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  9. Gracias, Jesús. Creo que era en el prólogo a los Cien sonetos de amor, donde Neruda decía que había construido esas jaulas de versos sin el amparo excesivo de la rima. No recuerdo exactamente, pero venía a explicar que cada verso era como un resto de los árboles, un pequeño palito tallado para ajustarse a otros, dar cobijo al sonido del canto, a las palabras posadas en el verso antes de levantar su vuelo en los labios de las gentes. Bueno, no sé si decía tanto, pero el caso es que tu comentario, tan hermoso, me lo ha recordado y creo que me he puesto a escribir no lo que recuerdo de veras, sino tal vez lo que me habría gustado haber leído, al reclamo de tus palabras.

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