domingo, 18 de febrero de 2007

De Rayuelas y Magas: laberintos del tiempo

Es sencillo desencontrarnos, buscar sin esperanza nuestras huellas antiguas, las pisadas, borradas por el paso del viento envidioso, de los oscuros ojos del olvido. Y sin embargo, los lugares, las cosas, parecen conservar memorias de verme morir de amor, ante tus ojos desnudos y oscuros... Tus ojos, como corrientes de negras amnesias, que amortajan y sorben ávidamente los dulces recuerdos, las miradas cruzadas, flechas de punta de oro contra el límpido cielo, saetas llenas de deseo y de silencios salvajes que fermentan después sordamente en el alma. Se agita ante mí el espacio que habitabas, usurpado por el manoteo de sombras ignotas, por cuerpos desalmados que gesticulan sin sentido, que agonizan en espasmos inexpresivos, interminablemente, imperturbablemente. Y sube entonces la imagen de aquella tarde, en sumo grado alegre y sin embargo tristísima, la que fue la última ante la dulce patria de tus ojos divinos; y se desliza, aun ahora, una lágrima de fuego por mi rostro. Porque te reencuentro, en cada instante vacío de esta tarde desierta, en cada risa que evoca los ecos espejados de tus carcajadas, en cada vivaz sonrisa que revolotea, como la mariposa del recuerdo, por los labios suaves de las mentidas doncellas, las engañosas sirenas que cantan y hechizan más allá de tu voz y tus labios... Tus labios, que prendieron, recuerdas, por dos veces, su llama eterna en mis mejillas.

1 comentario: