En la alberca, tus dos ojos,
narcisos de azur y plata,
se estremecen, como sueños
que tiemblan a flor de agua.
Entre callados suspiros
que silba lívida el aura,
celebra trinando el grillo
milagros de luz y calma.
¡Quién, como Ícaro vivo,
hasta ellos se acercara
para derretir la cera
y desangelar las alas!
¡Y dormir, eternamente,
arrullado por las santas
sirenas de negras voces,
entre coronas de algas!
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