martes, 20 de febrero de 2007

Innombrada

Ante mí te presentas, celestial criatura,
pues esperas oír alientos bautismales:
¡si supiera palabras sagradas que pudieran
acogerte en su soplo de inmortal aleteo...!

Mas mi alma se embriaga de tus ojos oscuros
como espejos de gloria cegadores que exhalan
su solícita luz sobre el viento y la sangre
que recorren vinosos mis pulmones y boca.

Y tal vez no imagines que renazcas del aire,
que te exaltes tú misma por mis labios ungida
y hasta el cielo ya asciendas virginal y desnuda.

Porque a veces es Hermes quien me llena de espíritu
y encandila mi alma con la luz creadora
que mereces y exiges mientras ríes y esperas.

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