Hay alas que susurran sus vuelos, como aguas que levemente fluyen de tersos manantiales, y expanden su quietud tensa y majestuosa abrazándose al viento invisible y suntuoso. En las almas nos brotan, como llantos de plumas, cuando el beso zambulle su humedad silenciosa: navegamos los cielos y en un mar de salivas acometen las lenguas sus dulces abordajes. Luego el sol nos inunda en resplandores de fuego que derriten el sueño de los ojos velados, y caemos al suelo sonrientes como ángeles que han gozado en la carne luminosos naufragios. Y nos hierven los labios como flores que rezan la amorosa plegaria que zozobra en el aire: tal un barco agitado que en las olas dibuja letras blancas de espuma leídas por los dioses.
domingo, 22 de julio de 2007
Alas
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