martes, 10 de julio de 2007

Día y noche


En mis párpados, hada,

cuando duermo, me tejes

bellas sombras de espejo,

que tus ojos reflejen.


No abriría los ojos

nunca más, por tenerte

en tan bella mortaja

de silencio y de nieve.


Porque el sueño descansa,

hermano de la muerte,

en ropajes de engaño

delicados y leves.


Mas el sol envidioso,

cuando al fin amanece,

difumina tu imagen,

tu mirada celeste.


Me resbala una lágrima

como fuego impaciente,

que tu risa de hielo

distinguir me parece.


Y es la noche mi día

cuando sueño tenerte;

y es el día mi noche,

porque vuelvo a perderte.


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