miércoles, 1 de agosto de 2007

Rumor de hojas y estrellas - Romance


Bisbisean las hojas

en las nervudas ramas.

Envidiosas musitan

mi princesa, que me amas.

Que de noche, entre sueños,

en los labios te baila

de puntillas mi nombre;

que suspiras, que alhajas

tus ojitos dormidos

en rocío de lágrimas.

Rumorean incluso

que los versos que labras,

cuando miras por dentro

las honduras de mi alma,

se te vuelven susurros

y plegarias que exaltan

el amor en que muero...

¡Que soñando me llamas!


Es envidia, me temo,

nada más, cuanto lanzan

con palabras de viento

a la noche callada.


Sin embargo, me cuentan

las estrellas al alba

que te ven despertarte

y perder la mirada,

mientras bañas tu cuerpo

en espumas de plata.

Que tus ojos se cierran

soñadores y cantan

en murmullos tus labios

con mi nombre una nana.

Que me quieres dormido:

que te sueñe incendiada

recorriendo mi cuerpo

con tus besos de gasa.


Yo no sé, mi princesa,

si creer o si nada

de cuanto ellos murmuran

es verdad que te pasa.

Son ya muchas las noches,

y son muchas mañanas,

en que velo y desvelo

desazón derribada.

Y no escucho en tus labios

los hechizos de hadas

con que antes hacías

que en el alma las alas

me brotaran hambrientas

de los vuelos y danzas

que tu amor confesado

dulcemente inspiraba.


Sin embargo, brujica,

hechicera y remaga,

has dejado por siempre

esta casa tomada.

No hay estancia que pise

que no tenga pisadas

de tus pies tan traviesos

como sombras que escapan.

Y si al fin las estrellas

y las hojas callaran,

y las noches silentes

y desiertas se alargan,

te amaré sin embargo

con dorada esperanza.

Te querré siempre, siempre,

porque vives en mi alma.

Allí dentro, princesa,

nunca, nunca se acaba:

bisbisean tus ojos;
son estrellas que cantan.

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